Los acontecimientos que sacudieron a París, y en realidad al mundo entero, hace muy poco tiempo obligan a muchas reflexiones sobre el hombre y la civilidad.
Llevó a preguntarse si en este mundo donde lo racional es uno de los ingredientes privilegiados, como escribe Edgar Morin, no dejan de latir el odio, la violencia irracional y la hybris o desmesura. Finalmente parece que la barbarie insiste en poblar nuestra vida.
El terrorismo, expresión salvaje del fanatismo genera en su víctima, la humanidad, no sólo desolación y rabia sino también una vivencia de desconcierto que genera impotencia.
Que los mitos delirantes en su manifestación destructiva amenacen la vida del semejante exige fortalecer los vínculos a todo nivel porque son los lazos que testimonian el registro del otro y el respeto a su singularidad que nos hacen sentir contenidos y acompañados.
Son estos algunos de los atributos que otorgan la seguridad posible y el coraje creativo en los itinerarios personales y colectivos.
El fanatismo sólo considera lo idéntico. Impera lo absoluto, lo hegemónico, o sea el pensamiento único no admite preguntas cuestionadoras ni mucho menos el disenso.
Por eso el mundo se siente atacado en esa libertad esencial que otorga libertad y sentido. Las racionalizaciones encubridoras y no la potencia de la lógica y la razón, no alcanzan a disimular ni atenuar la ferocidad de tanatos.
Por eso ese día París, y la humanidad, lloraron.
Foto: Europapress
Dr. José Eduardo Abadi
Médico psiquiatra, psicoanalista y escritor
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