Gestión de emociones

Gestión de emociones

Por Lic. Constanza Bonelli

El psicoanálisis y las neurociencias estudian la importancia de la relación entre la gestión de las emociones y la salud tanto física como mental. Las vivencias negativas inciden en nuestro desarrollo haciéndonos más propensos a enfermar, y las vivencias positivas nos habilitan una vida saludable.

En la patología psíquica, cualquiera sea su forma, la capacidad de gestionar adecuadamente las emociones está limitada o trastornada. Cuando hay síntomas, sufrimiento psíquico, cuando hay enfermedad, observamos que distintas áreas del aparato anímico entran en contradicción. En todos estos casos no será suficiente el aprendizaje de la gestión de las emociones o estará condicionado por la incidencia del inconsciente. Aquí será necesario el trabajo en análisis.

Pensar altera nuestro mundo interior

El organismo no distingue entre un hecho vivenciado o un hecho recordado. Es por ello que si estuvimos en una situación traumática que nos ha puesto en alerta, con su correspondiente segregación de cortisol, el recuerdo de esa situación en un tiempo futuro, segregará la misma cantidad de esa hormona del estrés. También las hormonas de la dopamina y la serotonina, responsables de nuestra felicidad y de nuestra salud, responden de modo similar. Es decir, el recuerdo de vivencias que nos han hecho felices, o tan solo imaginarlas aunque no las hayamos vivido, eleva la segregación de dichas hormonas. 

¿Cómo gestionar nuestras emociones?

Para saber gestionar nuestras emociones, en primer lugar, tenemos que conocernos. Para ello, en muchos casos será necesario analizarse. La terapia es un espacio indicado para conocerse y mejorar las herramientas emocionales que utilizamos. 

Otro aspecto a revisar es el perfeccionismo. Ser excesivamente exigentes con nosotros mismos puede desequilibrar nuestro mundo emocional. 

Fijarnos metas y objetivos es un modo muy saludable de gestionar adecuadamente nuestras emociones. En el camino gradual que nos lleva a alcanzar nuestras metas, van ocurriendo gratificaciones parciales que mejoran nuestra autoestima. Es por ello que decimos que es el camino el que nos refuerza y no la llegada.  

Trabajar la voluntad es otro de los modos importantes para aprender a gestionar nuestro mundo de emociones. Es sabido que una persona con voluntad llega más lejos, tiene más éxito, que una persona inteligente. Trabajar la voluntad es trabajar la capacidad de posponer la recompensa. En la actualidad se carece bastante de esto. La modalidad de gratificación inmediata de la vida digital complica el buen desarrollo de la voluntad y de la tolerancia a la espera y a la frustración. 

La asertividad de reconocer nuestro deseo y actuar en consecuencia de ello, es otro factor a tener en cuenta para la buena gestión de emociones. Decidir sobre nuestras acciones de modo claro sin sentirnos arrastrados por quienes nos rodean a cambiar nuestros deseos. La asertividad nos permite, además, expresar cómo nos sentimos. 

Gestión de emociones
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Inteligencia emocional

La clave para una buena gestión es la inteligencia emocional. Es decir, la capacidad de entender nuestras emociones, la capacidad de empatizar y la capacidad de ponernos en el lugar del otro. Hablar de inteligencia emocional es hablar de la habilidad para comprender, utilizar y administrar nuestras emociones de modo que no nos generen estrés, que nos ayude a comunicarnos adecuadamente, a superar desafíos y conflictos, a conocernos mejor y a responsabilizarnos de nuestros deseos y acciones. 

Las personas que disponen de este tipo de inteligencia analizan sus emociones, las escuchan, y no sólo se limitan a sentirlas. Se trata de personas auténticas que expresan de modo claro lo que sienten.

Saben reflexionar sobre los sentimientos y pueden evaluar las metas que se proponen. Suelen balancear sus acciones y pensamientos, y tienen capacidad de resolver conflictos que pudieran atravesar. 

En esta capacidad reflexiva no suelen tomar las cosas demasiado personales. Cuando una persona o el entorno los altera, analizan qué pudieron haber hecho mal para modificar posibles acciones futuras. No hacen demasiado hincapié en las cosas que no pueden controlar.

Son autocríticos, regulan adecuadamente las emociones buenas y malas, y reconocen cuando algo está fuera de sus posibilidades de acción. 

Son empáticos con los demás y saben comunicarse. Suelen conocer personas nuevas y se rodean de aquellas personas con las que tienen una buena conexión. No pierden tiempo en relaciones tóxicas que saben reconocer y alejarse. Renuevan sus motivaciones y no quedan pegados a lo que no sale. 

Como se trata de personas con buena autoestima y un psiquismo saludable, pueden valorar los triunfos de los demás sin compararse consigo mismos. También pueden reconocer errores y perdonarse por ellos. Y viven en equilibrio entre la valoración de sus aciertos y sus errores sin caer en respuestas narcisistas de enaltecimiento o exceso de autocríticas. 

A gestionar nuestras emociones podemos aprender. Sin embargo, no siempre será una tarea fácil. En los casos en los que exista patología psíquica no será suficiente el aprendizaje de habilidades en el manejo de las emociones, sino que será necesario un trabajo profundo de análisis.

Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA) Mat.: 31906

Psicoanalista Asociación Psicoanalítica Argentina

 licbonelli@gmail.com

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