La literatura como espejo

La literatura como espejo: la experiencia de leer en primera persona – Por:@viajarenpalabras

La vida misma supera a la ficción, se nutre de ella para relatar historias verídicas y reales. La literatura interpela, especialmente si las historias están escritas en primera persona. Hay acontecimientos que marcan nuestra vida y sirven de aprendizaje; como lectores podemos nutrirnos de estas experiencias para fortalecernos y trabajar la empatía.

A continuación recomiendo cuatro libros de autoras contemporáneas argentinas que escriben en primera persona y no tienen desperdicio. Las historias son fuertes y crudas te enseñan a ver con otros ojos:

La literatura como espejoTodo nos sale bien, Julia Coria

Me resulta imposible hablar racionalmente de un libro que, desde su título, apeló a mis emociones. Me gusta creer que puedo poner cada situación en palabras pero, en este caso, las palabras se escabullen, me exceden.

Me sentí una niña, queriendo gritar por las injusticias de la vida que escapan a cualquier lógica. Me quise enojar hasta que entendí que este libro es un recuerdo; una inmortalización de Fabi. Y me animo a llamarlo así, Fabi, como si lo conociera de toda la vida porque Julia Coria tiene esa habilidad de abrazar con las palabras, de hacerte sentir que fuiste parte de ese momento en que todo nos salía bien.
No es una novela; es una historia verídica que va mucho más allá que una enfermedad. Es un relato familiar – porque como me dijo una gran amiga, el cáncer es una enfermedad familiar- sin anestesia, sin autocompasión. Hechos y sentimientos se hacen uno a través del trópico de las palabras. Sus capítulos cortos son un guiño para recuperar el aliento a medida que avanza la lectura.

Me niego a decir que esta memoria se presenta como una historia de muerte, nos habla de un amor que no entiende de tiempos ni circunstancias. Un amor que se adapta a las condiciones y que jamás morirá porque vive en nuestra memoria y constituye nuestro ser en pasado, presente y futuro: Amatrice jamás deja de reconstruirse.

La lectura me desfiguró y paradójicamente me llenó de vitalidad: el corazón se me achicharró como una pasa de uva y luego se me agrandó. Un nudo se me formó en la garganta fruto del dolor, del querer cambiar un inevitable final, que incluso sabía antes de arrancar.
Guardé frases de casi todos los capítulos, pero me quedo con esta: “Pronto quedó encerrada en la botella; en el círculo polar del silencio, en el que las palabras -dichas o no- solo pueden quemar”.

a literatura como espejoPor qué volvías cada verano, Belén López Peiró

“El libro es una herramienta. Puede ser un movilizador social y tiene poder”
Por qué volvías cada verano es una novela testimonial de no ficción donde relata los abusos que sufrió en su adolescencia por su tío.

El relato está colmado de distintas voces: la propia, la de su familia, abogados, médicos y hasta la Justicia con la mismísima causa penal. En estos testimonios, un tanto desordenados pero para nada aleatorios, podemos leer el dolor. Porque Belén supo ponerle palabras al silencio, a lo que no se dice. Palabras crudas. Frontales. Directas. Palabras que chocan y abren los ojos.

Ella afrontó un contexto familiar muy fuerte; cuestionaban su abuso, dejaron de hablarle, creyeron que lo inventó todo. Su libro es un grito contra esa opresión, contra una Justicia que re-victimiza constantemente y no da un cierre.

Esta vez fue Belén, pero podría haber sido cualquiera otra. Su libro, como ella dijo, es una herramienta para que sepas que no estás sola. Que se puede salir del lugar de víctima, y sobre todo, se puede sanar.

No puedo categorizar este libro como bueno o malo. Cuando una historia real te interpela, la lógica de la literatura escapa. Si bien el libro tiene un trabajo de recursos propios de la ficción aplicados al testimonio, su mensaje es una alarma, una lucha que dejó de ser silenciosa. El qué y el cómo se entrelazan a la perfección.

a literatura como espejoEl trabajo de los ojos, Mercedes Halfon

Mercedes Halfon novela una historia donde los ojos son protagonistas. Un ensayo que toma forma de novela en capítulos, momentos y escenas atravesadas por la vista.

La autora relata su vida, una vida que giró en torno al estrabismo para explorar los complejos de los ojos, precisamente sus fallas. La medicina se manifiesta en la rutina de Mercedes, como efecto de una operación no realizada en la niñez.

La prosa arranca con la muerte de Balzaretti, oftalmólogo de toda la vida de Mercedes. Para algunos resulta insignificante, para otros -y me incluyo en este grupo- los oculistas son esenciales, como si fuesen gurús de cómo percibiremos el entorno.

Esta historia me tocó de cerca, le puso palabras a los misterios de la vista, ¿qué es lo que vemos?, ¿para qué vemos lo que vemos? Este diario recoge una voz a la merced de su vista, o la falta de ella. Nos introduce en la historia y teoría del braille, de patologías oculares y más, donde lo científico y lo social se hacen uno.

Corto, contundente y preciso. Una prosa nostálgica y dulce que invita a reflexionar el rol -y regalo- de ver.
Te recomiendo este libro para que conectes con tu esencia y aprendas a verte a los ojos. Imperdible.

CometierraCometierra, Dolores Reyes

El testimonio puede estar presente en la ficción y Dolores Reyes da fe de ello. Cometierra reside en el difuso límite entre realidad y ficción porque cuenta historias que no sucedieron, pero bien podrían haber acontecido. Necesita de la fantasía para darle más fuerza a esas voces que quedaron olvidadas.

Esta novela se presenta como un grito ahogado para no olvidar a los que residen bajo la tierra. “Solo el dolor parece no morir nunca” repite su personaje principal que se siente interpelada corporalmente por los desaparecidos. Cometierra come – literalmente- tierra para viajar a los momentos donde la muerte es el denominador común.

No podemos escapar de nuestra esencia ni de donde venimos por más de que cambiemos el contexto. No se le puede escapar a uno mismo y Cometierra deberá aprenderlo a los golpes que le dio la vida. Su trama va más allá de los olvidados, nos habla una sociedad acostumbrada a la violencia, a la marginalidad y a la rutina. Su autora nos devela un contexto donde los hijos del femicidio encontrarán su voz, aún cuando dicho término no existía.

La figura de la madre toma un rol esencial en la novela, como si de una sombra se tratara, una que no podremos borrar. Y es que, ¿qué haríamos sin nuestras madres, las raíces de nuestra vida?
Más que una crítica a la sociedad, creo que Cometierra nos abre los ojos a una realidad que no podemos (o queremos ver); una realidad que está cerca y le damos la espalda. Cuenta la vida en el conurbano. Una vida cargada de soledad y vacío. Una vida sin familia donde solo se puede apoyar en uno mismo.

Avanzaba en la lectura con angustia y devoción por saber más. Necesitaba un final feliz, todavía no sé si lo conseguí. “Si ellos no tenían la culpa, ¿quién? ¿Mi cuerpo? No podía solucionar lo que mi cuerpo veía” resuena en mi mente desde el día que terminé esta exquisita novela.

Leer más: Madres e hijos, un lazo atemporal que atraviesa la literatura

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