Aprender a vivir con una enfermedad crónica

Por Lic. Constanza Bonelli

Aprender a vivir con una enfermedad crónica. Ser diagnosticado con una enfermedad crónica es una situación muy difícil de sobrellevar, por lo cual es de esperarse que suceda algún tipo de impacto emocional negativo en quien se enferma, principalmente, pero también en quienes conviven con el enfermo. 

El diagnóstico, en primer lugar, y las etapas agudas de la enfermedad, en segundo lugar, son los momentos emocionales más difíciles de transitar. Al comienzo, la situación es desconocida para el paciente, quien debe entrar a un mundo nuevo en el que tiene que aprender a vivir con las limitaciones de la enfermedad, de las cuales dependerá que su vida anímica se vea más o menos afectada. Aunque también debemos considerar otras cuestiones que entran en juego a la hora de evaluar el estado emocional de quienes enferman.

Es muy importante tener en cuenta el factor humano con el que cuenta el paciente en el transcurso de todas las etapas que deba recorrer para realizar el tratamiento de lo que padece. Lamentablemente, es frecuente que se sientan poco contenidos, poco escuchados y poco entendidos. Existen muchos “buenos especialistas” que se destacan en el área médica de la que se trate pero que carecen de recursos humanos adecuados en cuanto a empatía y calidez en el trato con los pacientes. Estas situaciones complican la salud psíquica de los enfermos de modo notable. 

Recuperación

Hay que considerar que para la recuperación o para el mantenimiento lo más estable posible de una enfermedad crónica, el aspecto emocional es esencial. Por ello es sumamente importante atenderse con especialistas que sean tan buenos en la materia médica como en la humana. 

Lo anímico también incide como historia previa a enfermar y como situación actual. Sin caer en psicologismos excesivos, sabemos de la relación entre los afectos, las emociones, los pensamientos, el inconsciente y el cuerpo. Por ello, cada enfermedad física tendrá relación con ciertas situaciones emocionales que el paciente experimente. Y a su vez, lo que sucede en la mente tendrá su correlato en la modificación del cuerpo. Cada vez se estudian y entienden más las alteraciones fisiológicas que nuestros estados de ánimo producen en nuestro cuerpo, y cómo estos “desajustes” pueden ocasionar enfermedades físicas y mentales.  

La situación emocional se suele agravar cuando las limitaciones de la enfermedad avanzan o cuando se sufren brotes agudos de la misma. Verse impedidos cada vez más de la vida que llevaban antes de enfermar es una situación difícil de sobrellevar. 

Otro aspecto a tener en cuenta es el efecto de la enfermedad sobre las relaciones con otras personas. Es muy frecuente que estas disminuyan desde que el paciente enferma, debido al empeoramiento del estado de ánimo y a su falta de ganas de relacionarse en esta nueva condición, y esta disminución, a su vez, deteriora aún más el estado de ánimo general del paciente, llevándolo a un circuito negativo por el que se aísla cada vez más. 

El contacto humano atenúa considerablemente el estado de ánimo negativo que la enfermedad despierta. Estar en pareja, tener hijos, vivir con otros, son moderadores del malestar. Las relaciones humanas adecuadas generan bienestar, compañía, pensamientos positivos y permiten encontrar, con mayor facilidad, un sentido adecuado a la vida más allá de las limitaciones que el padecimiento de la enfermedad ocasiona. 

Sin lugar a dudas, si el entorno no acompaña adecuadamente al enfermo, si no se adaptan a sus necesidades y no logran entender las nuevas prioridades que la enfermedad determinó, no será adecuado este tipo de vínculos para sobrellevar con buen estado de ánimo la situación nueva. Aprender a vivir con una enfermedad crónica

Sean familiares o amigos, compañeros de trabajo o cualquier otro tipo de relación, académica, deportiva, cualquier espacio que requiera del vínculo con otros, si quienes acompañan al enfermo no entienden su nueva realidad, si creen que está más limitado de lo que realmente está, si no lo ayudan a conectar lo mejor posible con sus limitaciones desarrollando todo aquello que sí puede hacer, si lo tratan como alguien más limitado de lo que realmente está, será un aporte altamente negativo que el paciente tendrá que evitar. 

Parte de aprender a vivir con una enfermedad crónica, es evaluar el entorno tanto como la situación personal, eligiendo en cada momento la mejor versión en la que el paciente pueda estar. Quedándose con aquellos que pueden acompañarlo y orientarlo a la mejor vivencia de su enfermedad y alejándose de quienes no puedan ir por ese camino. 

La enfermedad, generalmente, tiene un impacto negativo sobre la sociabilidad. El paciente comienza a experimentar menor capacidad para comunicarse y expresar lo que siente, y encuentra incomprensión en quienes lo rodean. De allí es habitual que aparezca el aislamiento. Comienza a salir menos, a relacionarse menos, a aislarse y sentirse solo. Además, suelen sentir que son una carga para los demás y quieren evitar esa incomodidad al grupo que lo rodea. 

Otros afectos negativos que suelen aparecer son cansancio, tristeza, apatía, depresión, miedos, ansiedad, angustia, trastornos de memoria, trastornos de alimentación y experimentan cierta pérdida de control de sus vidas que puede llevarlos a una depresión. También aparecen sentimientos de culpa por todo lo que la enfermedad trae, mayores gastos económicos, nuevas costumbres y el abandono de otras. En muchas ocasiones se da también la negación misma de la enfermedad, lo que es muy negativo para el paciente que, incluso, puede no llevar adecuadamente su tratamiento. 

Otras áreas como la laboral, la actividad deportiva, los momentos de ocio, dependiendo de cuán afectados resulten por las limitaciones que la enfermedad acarrea, influyen positiva o negativamente sobre el estado anímico del paciente. 

La enfermedad crónica también puede ser bien aceptada, con un estado de ánimo positivo. Algunas personas cuentan con los recursos psíquicos necesarios para la aceptación de las nuevas limitaciones y para focalizar y desarrollar, aún más, aquellos aspectos que no se vean afectados por la enfermedad. Para quienes al enfermar no cuenten con esta posibilidad, será necesaria la consulta psicológica que acompañe el proceso de aceptación que el paciente tiene que realizar.

                                              Lic. en psicología Constanza Bonelli (UBA) Mat.: 31906

                                                        Psicoanalista Asociación Psicoanalítica Argentina

                                                                                                      licbonelli@gmail.com

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