La función materna

La función materna – Por Lic. Constanza Bonelli

El ser humano a diferencia de los animales nace en un estado de indefensión por el cual necesita ser asistido para sobrevivir. Esta asistencia es la que brinda la madre (o sus sustitutos ya que se trata de una función) que es la encargada de mediar el encuentro del niño y el mundo exterior. Esta asistencia es necesaria para la subsistencia física, el bebé no puede alimentarse ni cuidarse solo, y para la existencia psíquica. Es en este vínculo primario en el que comienza a construir su psiquismo.

La función maternaLas vivencias infantiles van dejando huellas que son las marcas psíquicas que van construyendo el aparato psíquico. Se crea una especie de patrón, de sello, que marca el lente desde el cual veremos y viviremos la vida adulta. Si este vínculo madre-hijo es adecuado el niño se desarrollará de un modo saludable y así continuará viviendo la vida adulta; pero cuando aparecen fallas primarias quedan establecidas las condiciones para que se desencadene la patología psíquica, que dependerá además de otros factores como la función paterna, el entorno en el que transcurran sus experiencias y una debilidad o fortaleza natural que estará dada como condición singular al nacer.

El niño nace en un desconocimiento absoluto sobre la existencia del mundo exterior. Al nacer se rompe la simbiosis que durante la gestación tuvieron madre e hijo, pero durante el primer año de vida esa ruptura será compensada por una simbiosis en el vínculo entre ambos, que naturalmente se irá transformando en una relación de dos no simbiotizados.

En los primeros meses de vida el niño conoce la teta, que no comprende como exterior a él sino que cree que es una extensión de su cuerpo. Esta es la idea inicial que tiene de la madre, quien lo asiste, lo cuida, lo ama y también lo frustra, en los vínculos saludables. De a poco comienza a entender que esa teta es parte de una mamá, con quien se vincula no solamente para satisfacer necesidades como la alimentación y los cuidados, sino por placer, a través de caricias, de escuchar su voz, etc., y que también lo frustra cuando la respuesta a su demanda no es exactamente como la esperaba. Cuando logra entender la existencia de una madre total que ya no es sólo una teta, le falta todavía un paso más hacia la diferenciación, a la salida de la simbiosis, a entenderse como uno distinto de su madre. Este proceso es la base de la construcción del psiquismo y debe ser realizado por ambos, madre e hijo. Es la subjetivación, es decir, el modo en que el bebé se convierte en un sujeto.

La madre, o quien cumpla esa función, es la encargada de asistir al bebé en sus necesidades vitales, sin ese aporte no sobrevive. Pero también es quien queda a disposición del bebé para ayudarlo a comprender su mundo interno, sus emociones, las sensaciones del cuerpo, y los estímulos del mundo exterior. Se crea en ese vínculo una especie de membrana protectora que ayuda al niño a que estas experiencias sean moderadas y de este modo su desarrollo será adecuado.

No sólo protege la madre, además aporta mucho, a través de sus cuidados y de su amor, aporta la libido necesaria para que el bebé no quede avasallado, arrasado por los estímulos internos y externos, y para que paulatinamente se vaya desarrollando como sujeto. En este aporte decodifica el llanto del bebé, que si cuenta con una empatía sana pondrá las palabras adecuadas a las vivencias del bebé y así no sólo podrá responder sino que lo insertará en el lenguaje.

Es indispensable que esta relación no sea de excesiva presencia ni excesiva ausencia materna. Es decir, que no lo sobreproteja o sobrecargue de libido, ni que su aporte sea insuficiente dando lugar a una experiencia caracterizada por carencias. De ello dependerá el tipo de apego que el bebé desarrolle y transfiera como patrón en la vida adulta. Podemos inferir en el tipo de relaciones que un adulto establece cómo han sido los vínculos primarios. Algunos son más negativos, como el tipo de apego dependiente, simbiótico y otros son positivos, aquellos en los que pueden observarse relaciones de unión de personas diferenciadas entre sí que se eligen por deseo y no por necesidad.

Un vínculo madre-hijo adecuado pasa por las distintas fases que llevan desde la simbiosis del primer año de vida a una diferenciación gracias a la cual el bebé puede entenderse como un individuo completo que no necesita de otros para existir. Esta independencia necesaria para que un psiquismo funcione sanamente no implica la independencia total de los otros. La idea es que pueda compartir su vida con las personas que elija, que se nutra de esas relaciones y brinde lo mismo a los demás, pero que no sean vivenciadas como vitalmente necesarias. Esto se relaciona a la idea que en las primeras experiencias al nacer pasamos de la necesidad de cuidados para sobrevivir, que se dan desde una madre que satisface esas necesidades pero con amor, por lo cual el bebé no sólo come y es cuidado sino que lo hace disfrutando el placer que eso le genera. Ahí se transforma la necesidad inicial en deseo. Y la salud psíquica está estrechamente relacionada a esta transformación de la necesidad en deseo y los modos en los que esto se dé.

Consultorios en Nordelta y Belgrano: 4871-6634 / 156-272-2973
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Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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