El crucero transeuropeo

Estábamos indecisos con respecto a nuestras vacaciones. Estudiamos algunas variantes sobre cruceros, actividad que veníamos repitiendo, pero que en esta oportunidad no nos satisfacía. Los buscadores de la web, con un poco de paciencia e imaginación, ofrecen alternativas no pensadas. ¡Y una fue los cruceros fluviales!

El crucero transeuropeo

Encontramos uno que salía de Ámsterdam y navegaba hasta Budapest. Era un trayecto largo y caro, además, las ciudades que ofrecía como escalas no despertaban nuestro interés. Luego encontramos uno que saliendo de Estrasburgo nos llevaba hasta Budapest navegando los grandes ríos de Europa, el Rin y el Meno, para llegar a través de un nuevo canal hasta el Danubio. Era lo que buscábamos. Concretada esta etapa quedaba por definir cómo llegábamos a Estrasburgo, ciudad del comienzo de nuestro crucero. Y comenzamos nuestra búsqueda de pasajes aéreos que posibilitaran estar allí a tiempo. Cuando buscamos avión para viajar a Europa nos encontramos que Emirates ofrecía los pasajes más económicos y que tenían una condición agregada. Había que hacer escala en Dubai y esta podía ser tan larga como para visitarlos. Escala que aprovechamos con placer.

El crucero
Nuestra navegación comenzó en la bellísima Estrasburgo, por el Rin (o Rhin) que nace en los Alpes Suizos y desemboca en el Mar del Norte. Es decir, su corriente va del sur al norte. A la altura de Frankfurt entramos en el Meno (o Main) que es un rio totalmente alemán. Unir el Meno con el Danubio fue un largo sueño en el cual incluso Carlomagno se interesó e hizo hacer algunos trabajos preparatorios. Lo cierto es que había que salvar unas colinas y este obstáculo los frenaba siempre. En 1992 se construyó el canal de 171 km que une finalmente ambos ríos. El canal llega a 406 mts sobre el nivel del mar y para salvar las diferencias de altura se construyeron 16 esclusas. Estas y otras 50 más sobre el total del recorrido (69) nos permitieron pasar desde Estrasburgo a Budapest atravesando 5 países y 17 ciudades, todas al borde del río y en general tomando amarras en el cordón de las calles del centro.

El crucero transeuropeoNuestro barco, el “Europe”, tiene una eslora de 110mts, una manga de 11.40mts y motores de 2400 HP. Lleva sólo 180 pasajeros y unos 30/40 tripulantes. Es un barco lujoso, de cuatro anclas, con un servicio de comidas excelente en manos de chef francés. Tiene 3 cubiertas donde se distribuyen los camarotes, cómodos y con ventanales del total de ancho del camarote y profusión de roperos para acomodar las cosas. Quizás al baño le falten algunos centímetros. Arriba hay un solario que ocupa todo el barco pero cuyo uso está condicionado por la baja altura de los puentes que exigen, en ocasiones, desarmar toldos y sillas para su paso. En el centro de la cubierta intermedia se halla la recepción y todo lo que hace a la atención de los pasajeros.

El paisaje rural o urbano que transcurre lentamente en ambas orillas compite en interés con la llegada de las principales esclusas, espectáculo poco común al parecer para muchos pasajeros. Zarpamos, sencillamente, sin la algarabía de los grandes cruceros. Los motores nos impulsan a buena velocidad en silencio. El hall está lleno de camareras que te acompañan al camarote. También tienen TV y WiFi. Nos vamos al salón: es el momento de la presentación uno a uno de nuestra tripulación y el cóctel de bienvenida. Nos asignan mesa y a nuestros dos compañeros. Los únicos hispanohablantes entre el pasaje. Francisco, ¡de 89 años!, de Barcelona y su mujer, Ana María vienen de Guatemala donde ambos viven. La naviera nos ha asignado para los 4 a Stefanie, una guía de Estrasburgo que habla español para que nos asista todo el viaje. Los demás son franceses, ingleses y algunos alemanes. Nuestra primera y copiosa cena fue acompañada con Chardonay y Merlot y muy charlada.

El crucero transeuropeo
A nuestro lado pasan largas barcazas de carga que llevan sobre el techo de su popa relucientes Mercedes u otros autos importantes, alguna lancha con motor y una pequeña grúa para depositarlos donde convenga. Las cabinas tienen el aspecto de casas rurales con sus cortinas y maceteros floridos. Todos sus mástiles son rebatibles para pasar bajo los puentes. Nos quedamos charlando en el bar mientras escribo y tomo Sweepes. Unos franceses, son mayoría, se acercan para conocernos. Muy agradables y enamorados de Ushuaia. Nuestro francés se desempolva y cada vez podemos seguir mejor la conversación. ¡Automáticamente nos sumaron a los franco-parlantes!

El crucero, por su escala, no daba para teatro y cine como habíamos conocido en nuestros cruceros anteriores, pero igualmente la naviera se esforzó por hacer de los 13 días de navegación, una amable y entretenida convivencia. Solo éramos 180, bastante parejos en edad y que, en poco tiempo, demostraron estar dispuestos para sumarse a los juegos que incluían reconocimiento de caras, puentes, ciudades y nombres de películas famosa. También un complejo problema sobre los triángulos formados por intersección de líneas y hasta un enigma policial que con el título de “alguien fue asesinado” nos ocupó buenos ratos. La caza del tesoro, donde todos corríamos por el barco buscando las claves, nos dejó muertos pero compartiendo señales e indicaciones encriptadas. Y reforzando la camaradería. Los premios eran estrellas que servirían el último día como moneda para participar en un remate en el que no se sabía que se estaba “adquiriendo” y que dio pié para compartir estrellas con otros grupos, en nuestro caso los franceses que nos habían adoptado…
Dos músicos húngaros con violín y teclado y simpatía, nos acompañaron con su música en el bar y promovieron noches de baile en las cuales, además del tango muy solicitado, ¡volvimos a bailar el ‘Rock del reloj’!

El crucero transeuropeoDesafíos en el camino
El paso de las esclusas es una operación larga y lenta. El barco se acerca a cada una de ellas a baja velocidad navegando un canal señalado por boyas. A ambos lados se elevan muros de piedra u hormigón que forman un embudo que guía al barco hacia el ingreso al canal de cada esclusa, que es apenas más ancho que el barco. Sus paredes son tan altas como el desnivel a salvar. Adelante dos pares de puertas hidráulicas cierran el paso. Otro par de puertas se cierran a nuestra popa. Estamos encerrados. Unos hilos de agua comienzan a filtrarse a través de la puerta del frente y lentamente el nivel del agua comienza a subir y nosotros con él. Las primeras esclusas tienen entre 5 y 7 mts. Más adelante alcanzarán los 25 metros de altura.
Ya hemos pasado 62, muchas de noche. Solo lo notamos por el empujón lateral que acompaña el ruido sordo del raspón contra una pared. Es casi un cariñoso codazo. En el canal Meno-Danubio encontraremos 16 esclusas en total para salvar 106 metros de altura en 171 km. Para llegar al Danubio bajaremos otros 126 metros más.
Muchas autopistas pasan por abajo del canal, como si este fuera solo un puente. A nuestro lado navegan pequeños cruceros domingueros, botes de remo desafiando la corriente y enormes barcazas de medidas parecidas a las del barco. Algunas llevan unidades de empuje, otras navegan libremente.

El crucero transeuropeoBajando en cada puerto
Nuestro crucero tocó 13 puertos diferentes de 5 naciones distintas, y en todos ellos tomaron amarras sobre calles costaneras a las cuales accedíamos cruzando solo una sencilla planchada. En la recepción ofrecían planos de la ciudad con indicaciones de los puntos más interesantes. En cada uno de ellos optábamos por hacer un recorrido por nuestra cuenta, generalmente caminando y subiendo infinitas escaleras o tomar una de las muchas excursiones programadas. Visitamos ciudades tan importantes como Frankfurt y Viena antes de llegar a nuestro destino. También conocimos Maguncia, Milltembrg, Wertheim, Karlstad, Wurzburgo, Kitzingen, Rotemburg, Bamberg, Schweinfurt, Núremberg, Muhlhausen, Kelheim, Ratisbona, Passau, Melk, Durnstein, Esztergom. En nuestro paso por ellas fuimos viendo el cambio de sus fisonomías dejando atrás las casas de entramado de madera y cobrando más importancia y volumen las de piedra o ladrillo.

El crucero transeuropeoNuestro último puerto fue Budapest que, dividida por las aguas del Danubio vimos aparecer a nuestros lados, brillantemente iluminada, mientras lentamente nos acercamos al blanco puente Isabel que hacía de puerta de esta encantadora ciudad. Junto a su pie y en pleno centro de la ciudad terminó nuestro amable crucero.
A diferencia de nuestros anteriores viajes en grandes cruceros, la costa, con sus accidentes naturales, las poblaciones con su gente, vida y costumbres están siempre a la vista, solo pocos metros nos separan de ellas.
Nuestra experiencia, en resumen, fue tranquila y placentera y cuando las piernas se comenzaron a quejar del trato a las que las sometíamos en nuestras escalas, aprovechábamos para quedarnos a bordo entre puertos, tomando sol y algún gin tonic en las reposeras de la cubierta superior. Los 13 días pasaron amablemente y desembarcamos contentos y con algunos kilos agregados.

Texto y fotos: Carlos Ricur

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