Corrupción: que lamentable y alarmante es la frecuencia y la obscena insistencia con que esta palabra aparece en nuestras charlas cotidianas y en las informaciones que recibimos. Con que impudicia se exhiben estas conductas sociopáticas.
¿De dónde deriva este término que alude a los que se apropian ilegalmente de aquello
que el trabajo de la sociedad ha construido y destruye los valores, bienes y patrimonio
público inhibiendo las posibilidades de crecer y progresar con dignidad y entusiasmo?
Dicho en otras palabras: ahogando el interés y el amor por el semejante y el mundo.
Corrupción viene del latín corrompere, cum y rumper, o sea romper. Pero agreguemos que también incluye el concepto de contaminación y el de descomposición de los cadáveres, por lo tanto produce putrefacción.
Es importante entender que es expresión sintomática de una enfermedad que esta por abajo pero que a su vez se convierte en una patología que genera nuevos efectos y consecuencias perniciosas.
Es equivalente a un verdadero atentado cuya violencia deja a la persona víctima del desamparo y la soledad. No caigamos en minimizaciones que opacan la dimensión del ataque. Fractura la confianza que permite unirse con un fin común, haciendo de la verdad indisolublemente ligada a la justicia un concepto inexistente.
Aquellos que transitan la trama de la infracción y la trampa pretenden naturalizarla afirmando que son indefectiblemente inherentes al accionar político y empresarial. Esto a través de generalizaciones a veces disfrazadas de falacias ideológicas. Un engaño pueril que aspira a borrar cualquier culpa o responsabilidad en los hechos inescrupulosos e ilícitos.
El efecto que genera es muy dañino porque la o las victimas terminan creyendo, mas allá de la racionalidad, que se trata de un fenómeno atado a un destino inevitable y entonces irreversible. Convierte a la nitidez del perfil de los corruptos (delincuentes) en algo confuso y no identificable.
De lo que se trata es de actos psicopáticos, donde como sucede en estos trastornos de personalidad la conciencia moral y critica, el sentimiento de culpabilidad, el arrepentimiento y el aprendizaje brillan por su ausencia. Las excusan que dan son manipulaciones banales: “no había mas remedio”, “el otro también lo hace”, “no se puede de otra forma”, etc. No es lo mismo las imperfecciones y conflictos constitutivos de lo humano que a las distorsiones morales que pulverizan a la esperanza y al derecho de quienes si merecen el nombre de ciudadanos.
¿Cómo afecta psicológicamente al perjudicado? Se siente, como dijimos, solo e indefenso. La desconfianza que impregna a toda la sociedad impide conformar los lazos que potencian la imaginación, la solidaridad y el entusiasmo. La impunidad resultante de la sanción ausente, provoca una vivencia de humillación, burla e impotencia. Algunos recurren a la negación para protegerse de la decepción y posterior depresión. Otros caen en cuadros de ansiedad, desgano, escepticismo, y otras se observan enfermedades somáticas que son expresión de esto que hemos llamado atentados.
Por eso, cuando los delincuentes son detenidos y lo que exponen no son sus delitos sino sus manos esposadas, asoman primero la sorpresa, a veces la perplejidad, pero luego el alivio y la protección que hacen al derecho y a la expectativa de un país que conquista el título de republica. La corrupción deshace el orden y la armonía que están, o deben estar, siempre en nuestro horizonte.
Dr. José Eduardo Abadi
Medico-psiquiatra- psicoanalista
jeabadi@gmail.com
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