Lo siniestro y la idea del doble

Lo siniestro y la idea del doble

Por Lic. Constanza Bonelli

Freud, en su texto “Lo siniestro” escrito en el año 1919, trata el tema de doble o del otro yo, de la identificación de una persona con otra, que pierde el dominio de su propio yo y coloca al yo ajeno en el lugar del propio, tema muy tratado en la literatura. Lo siniestro, dice el autor, es todo lo que estando destinado a permanecer oculto, en secreto, ha salido a la luz. Es lo familiar que se presenta con un sentido de extrañeza inquietante que se relaciona con la angustia, con el horror.

Lo siniestro y la idea del doble
Lo siniestro y la idea del doble

Lo siniestro entendido como lo familiar transformado en su contrario, es decir, aquello que era familiar emerge bajo un aspecto amenazante y peligroso. Lo paradójico consiste en que la fuente de pavor no es lo extraño opuesto a lo familiar, sino que lo familiar se convierte en peligroso.

Este extraño inquietante aparece cuando se pierde la distancia que normalmente se mantiene con el objeto, con el otro. Cuando lo que es proyectado vuelve a su lugar de origen y se confunden así la realidad interior y la exterior.

Freud toma estas ideas para pensar en las patologías psíquicas que ponen en juego este tipo de funcionamiento. Identificaciones patológicas en las que el yo del otro puede ocupar el lugar del propio yo, confundiendo al sujeto. Proyecciones e introyecciones que denotan un funcionamiento psíquico inadecuado.

Freud toma el cuento “El hombre de arena” para ejemplificar lo siniestro. El hombre del saco de arena arroja arena a los ojos de los niños desobedientes para dejarlos ciegos. Rasgos de un padre satánico en pleno complejo de castración.

El fenómeno del doble ha sido muy expresado en la literatura. El poema de Heinrich Heine, “Der Doppelgänger”, que dice que todos poseen su doble, que permanece invisible la mayor parte del tiempo. En la antigüedad el doble era un recurso dramático muy utilizado en la forma de los gemelos, en tono de comedia. En las obras sobre Anfitrión de Plauto (250 a.c.) o de Molière (1668) en que Zeus planea seducir a Alcmena, la bella esposa de Anfitrión, haciéndose pasar por él durante las ausencias de éste en las guerras. En la famosa obra “El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde” (1886) de R. L. Stevenson, en la que por un error en sus experimentos hace que surja otro individuo, un extraño dentro de él, que le permite obtener placeres que, en su forma habitual, no se permitía.

Otra obra analizada por Freud “Los elixires del diablo” (1815) de E. T. A. Hoffman, en la que un monje perteneciente a una familia marcada por el pecado pero hasta entonces modelo de virtud, prueba los elixires a partir de lo cual se corrompe su alma. Y muchas obras más que escenifican el tema del doble, el sentimiento de “el otro en mí”, familiar pero extraño y pavoroso.

En todas estas obras observamos un tipo de identificación de una persona con otra, que pierde el dominio de su propio yo colocando al yo ajeno en su lugar. Desdoblamiento, partición, sustitución del yo.

El eterno retorno de lo igual también es entendido bajo esta idea del doble. Lo reprimido que insiste en ser repetido una y otra vez. Una compulsión a la repetición que se asocia a la pulsión de muerte y gobierna el psiquismo de los neuróticos.

La idea de lo siniestro es la del despertar de una angustia infantil que por medio de la compulsión a la repetición se nos presenta nuevamente en la actualidad. El sujeto, en el fenómeno del doble, pone afuera algo que le es propio, proyecta una imagen propia que él mismo se resiste a ver porque le causa angustia, por tratarse de algo reprimido. Eso que asusta no es más que el propio terror, que el sujeto no quiere hacer consciente porque hacerlo le produciría gran malestar, pero claramente es algo conocido y permanece oculto por el trabajo de la represión.

Lo que aparece como siniestro es la violencia, el terror, el odio, la muerte, que el sujeto creía haber superado pero que siguen allí, en su inconsciente, y que regresan a través de mecanismos de defensa como la proyección. Es lo que se ve en el delirio de persecusión que perturba al paranoico.

El deja vu tiene propiedades de lo siniestro. Dice Freud que no existe nada en el mundo exterior que no haya estado antes en el mundo interior del sujeto. Los deseos insatisfechos en la realidad son desplazados inconscientemente a las fantasías donde encuentran una satisfacción sustitutiva. Allí otra vez lo familiar, lo siniestro, lo interno, lo externo, lo infantil y lo actual.

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Lo siniestro y la idea del doble

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