La conexión de dos mundos

Panamá es un eslabón entre dos océanos, y entre dos mundos. Para algunos, una parada obligada de comercio e intercambio, para otros la puerta de entrada hacia el norte del continente. Su capital, con algunos de los edificios más altos de América Latina, se hace selva a menos de quince minutos del centro. Más de dos meses en Panamá me mostraron que sus contrastes son fascinantes y complejos y te dejan con ganas de ver mucho más.

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Ciudad de Panamá: muchas ciudades en una

En Panamá City se puede encontrar un multiculturalismo único en Centroamérica. Dueña de la mayor parte de los edificios más altos de Latinoamérica, las construcciones nuevas de la ciudad avanzan pero Panamá, la vieja, incenciada en 1671, no cede su lugar y atrae visitantes con historias de piratas y construcciones en ruinas.Tiene un clima caribeño y salsero que amerita sombreros y guayaberas pero un viento fresco desde el Pacífico llega hasta el centro de la ciudad.

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Casco antiguo

PanamáAdemás de una panorámica de lujo, en el cerro Ancón es posible cruzarse con fauna que incluye insectos, aves y hasta perezosos. Las iguanas, los pájaros carpinteros y los gatos solos también son parte del paisaje habitual en el cerro y las zonas residenciales de la ciudad. Y, con mucha suerte, se puede ver un coyote, aunque son muy esquivos.

PanamáZona libre de Colón y Albrook mall son centros de compras libres de impuestos. En los alrededores de Albrook, además, se puede visitar un antiguo barrio de casas estadounidenses donde vivían quienes trabajaban en la construcción del canal.

Archipiélago de San Blas (Guna Yala)

Guna Yala, en el idioma de los indígenas Guna, significa “Tierra Guna”. La comarca, mejor conocida como San Blas, es un estado semi-independiente de Panamá gobernado por sus pueblos originarios. Está al este del canal de Panamá y su fama se debe a que contiene un archipiélago de más de trescientas setenta islas paradisíacas en el caribe panameño. De estas, solo unas ochenta están habitadas por alrededor de treinta mil integrantes de la comarca.

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A diferencia de los hombres, las mujeres muestran la pertenencia a su cultura a través del caraterístico bordado de telas con figuras geométricas coloridas y representativas de su entorno (molas), piercings que cruzan el tabique y accesorios que llevan en brazos y piernas (chaquiras).
Desde Panama City se puede llegar en avión -charter o por Air Panama- hasta El Porvenir, la isla capital de la comarca Guna Yala, o en camionetas 4×4 (es obligatorio que dentro de la comarca solo circule este tipo de vehículos) hasta Puerto Cartí. Desde ambos lugares se puedetomar lanchas hacia las islas. También hay paquetes de traslado desde la ciudad de Panamá y veleros o yates para recorrer varias durante días.

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Perro Chico es una de las islas más elegidas para visitar. Hay otras con más comodidades, más pequeñas o unas con paisajes más prometedores a horas de Puerto Cartí. Perro Chico es atendida por un par de familias que ofrecen un alojamiento sobrio pero personalizado. Es imposible aburrirse: hay un barco hundido, barreras coralinas, se puede nadar a islas vecinas, jugar al voley en la playa con otros visitantes o los chicos Guna, partir en paseos a otras islas o sólo sentarse en la arena a esperar que caigan cocos.

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El viaje por mar dura 30 minutos hasta Perro Chico y en el camino se pueden ver distintas islas. El archipiélago alcanza los cinco mil kilómetros cuadrados entre tierra y mar. Es ideal quedarse más de un día, ya sea durmiendo en las islas o en embarcaciones privadas, porque los fines de semana hay más visitantes pero durante la semana puede haber momentos en los que literalmente seamos los únicos pobladores de una isla.
Si bien se puede ver –en días tranquilos- delfines desde la costa, es indispensable llevar un equipo de snorkel (en algunas islas los Gunas no tienen más que un par en alquiler) tanto para los corales (presentes en muchas islas) como para el barco hundido en Perro chico (a solo diez metros de la costa y poca profundidad). Del otro lado de esa orilla hay otra barrera coralina que cubre la mitad de la isla. Para los que disfrutan madrugar, a unos minutos de nado de la isla, en aguas profundas, se puede ver mantarrayas.
Desde cada isla salen lanchas para conocer otras cercanas y bancos de arena. Estas son algunas:

  • Isla Aguja, isla Pelícano: pequeñísima pero con un coral gigante de tres veces el tamaño de la isla. Los Gunas de esa isla son una familia y no hablan español.
  • Isla Fragata: Se está hundiendo porque ya no tiene la barrera coralina contra el avance del mar. Por esto quedó dividida en dos partes. Se puede ver peces globos, erizos y pulpos.
  • Isla Diablo: Se puede llegar nadando desde Perro Chico (está a unos cinco minutos con aletas). Gran parte de la isla está cubierta por un césped alto. Hay menos viento que en Perro Chico pero más insectos.
  • Isla Perro Grande: Ubicada atrás de Perro Chico. Es una isla muy pequeña con pocos servicios. Se puede llegar nadando desde Perro Chico (está a unos diez minutos con aletas) y entre ambas hay una barrera coralina enorme.

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Canal de Panamá: ensamble de dos mundos

El canal de Panamá es una obra de ingeniería -de las más grandes de su época- que une en el istmo de Panamá el océano Atlántico con el Pacífico en unos ochenta kilómetros de largo y alrededor de doce metros de profundidad. Hay un centro de visitantes en la esclusa de Miraflores con un mirador para observar los barcos y un museo. Pero también se puede hacer el cruce a bordo de una embarcación. Hay un recorrido corto que atraviesa las esclusas y uno largo que además navega por el lago Gatún, ambos con guía y comidas. Yo crucé el canal como voluntaria de un velero, ya que algunas embarcaciones reclutan aventureros para completar el mínimo de tripulación, y entendí que la forma de apreciar el canal es desde el agua.

Si bien la idea de hacer un canal que ahorrara el desvío hasta el fin del continente por cuestiones de tiempo y de dificultad de navegación se barajaba hacía muchos años y hasta los pobladores originarios usaban el istmo para llegar de un océano al otro, el primer intento de construirlo lo hicieron los franceses a fines del siglo XIX. Por errores y muchísimas muertes de quienes trabajaban en el proyecto –unas veinte mil- fracasaron y en 1904 le dejaron el lugar a EE.UU. Ellos terminaron de construirlo una década más tarde. Pero todavía el canal no le pertenecía a Panamá, el territorio se le había dado en concesión a EE.UU. resignando incluso, parte de la soberanía nacional. Recién sesenta años después del pase a EE.UU., bajo el gobierno de Omar Torrijos, se firmó el Tratado Carter-Torrijos que aseguraba la toma de posesión de Panamá. En 1999, EE. UU. le pasó por completo la soberanía a Panamá.

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Las esclusas son recintos que se llenan o vacían de agua para igualar su nivel con el de la etapa siguiente a la que debe cruzar la embarcación. Cada uno de los sistemas de esclusas que tiene el canal (Miraflores, Pedro Miguel y Colón o Gatún) mide más de veinte metros de alto y carga unos 101 millones de litros de agua, pero se llena más rápido que la bañera de una casa.
El terreno está más alto a la altura del canal, unos veintiséis metros, y allí además está el lago Gatún, que se llena de agua durante la temporada de lluvia. Fue creado durante los primeros años del 1900, y fue el lago artificial más grande del mundo en su época. Mide 33 metros de largo, de los 80 totales del canal. De aquí es de donde sale el líquido hacia las esclusas, que están a menor altura que el lago. En ocasiones, los barcos no logran cruzar en el día por retrasos o por un flujo intenso de embarcaciones, y tienen que pasar la noche en el lago Gatún. Después de las primeras etapas de esclusas, al velero donde yo viajaba le avisaron que no iba a llegar a cruzar ese día y pasé una noche bajo las estrellas del Gatún. Al día siguiente, antes de retomar el cruce, nadé en el lago. El agua es transparente y a lo lejos se ven islas y densa selva. Tiempo después un capitán de otro velero me aseguró haber visto cocodrilos. El lago, a pesar de haber nacido artificial, se volvió salvaje.

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Desde la inauguración del canal han cruzado más de un millón de embarcaciones, cifra que representa unos 300 millones de toneladas de mercancías y un 5% del comercio mundial. Por día, entre treinta y cinco y cuarenta naves unen los dos océanos.

Texto y fotos: Agustina Schiffelbein

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