La magia de sus templos

La magia de sus templosBangkok fue una de las pocas ciudades en nuestro recorrido a la que teníamos asignados tres días para recorrerla. El itinerario general del viaje era extenso y el hecho de tener tres jornadas dedicadas a la misma ciudad auguraba que había mucho para ver y hacer… y así fue.

Una combi con guía nos estaba esperando en el muelle donde atracamos. El puerto de cruceros se encuentra a dos horas de la ciudad de Bangkok. Una vez que llegamos allí, nuestra primera parada fue El Royal Palace (Palacio Real), un complejo de templos increíbles, centenares de esculturas de Buda traídas de toda la región, torres cubiertas por especie de venecitas multicolores con forma de flores o de pájaros que decoran paredes y techos de dichos templos. En síntesis, un lugar como salido de un cuento. En otra zona del complejo se encuentra el palacio donde en alguna época residía el rey. También se encuentra el museo Queen Sirikit, en honor a la reina. Es un museo de indumentaria donde se pueden encontrar trajes oficiales utilizados por la propia monarca, trajes de sus hijas, regalos oficiales que los soberanos fueron recibiendo alrededor del mundo. Cada elemento brinda información para conocer las costumbres y, sobre todo, la indumentaria tailandesa.

 La magia de sus templos

La temperatura era bastante elevada y Bangkok se caracteriza por la gran humedad que tiene. Así que después de dos horas de recorrer el complejo decidimos ir a la vera del río a almorzar. En ambas orillas se encuentra una serie de restaurantes en los que se puede comer tanto de día como de noche, otorgando una vista espectacular del cauce y de la ciudad. Obviamente probamos la exquisita comida tailandesa, aunque hay que tener en cuenta que si no se le advierte al mozo, puede llegar a ser extremadamente picante.

El río que cruza Bangkok es el Chao Phraya y en todo su recorrido opera desde temprano en la mañana hasta alrededor de las 20 horas un servicio de transporte acuático, algunos privados, otros públicos. El río a toda hora se presenta lleno de taxis acuáticos, barquitas de gente local y barquitos turísticos. Para quien no cuenta con movilidad propia es muy aconsejable el taxi acuático, el cual no es caro y permite recorrer la ciudad de punta a punta con varias paradas prefijadas y así evitar el tráfico.

Luego de almorzar y reponernos del calor, visitamos otro templo: el del Reclining Budha (Buda reclinado). ¡Una escultura de Buda cubierta en láminas doradas que mide nada más y nada menos que 21 metros de largo! Se puede caminar alrededor de ella y así apreciarla en toda su magnitud. En este templo se puede encontrar muchos turistas pero, además, mucha gente local que va a rezar o a meditar.

Luego de la visita a este templo regresamos al río donde nos esperaba una pequeña barcaza que nos llevó por angostos canales donde pudimos apreciar la vida local más de cerca; pasamos a la vera de casas y se podía ver como la gente se bañaba en el río con baldes o jarritos y así se enjabonaban. Gente lavando ropa, gente preparando comida. Minutos después bajamos en otro punto de la ciudad y regresamos a la van, caminando por el interior del mercado de flores y de frutas. A esa hora, especialmente, se estaban preparando las ofrendas florales para los templos, un espectáculo digno de ver. Cerca de nuestro hotel se el importante centro comercial BKM que posee su sección de locales al estilo occidental, pero en los pisos superiores tiene locales estilo mercado donde se pueden comprar hermosas artesanías, bolsos e indumentaria bordadas con flores de muchos colores que es lo más característico.

 La magia de sus templos

Pedaleando para seguir conociendo

Muy temprano, a la siguiente mañana, nos alejamos una hora de Bangkok para llegar hasta el parque histórico Ayuthaya, un complejo inmenso de ruinas impresionantes. Templos y budas que con el paso de los años fueron habitados por plantas y crearon un espectáculo emocionante e inolvidable.

Esa noche en Bangkok tomamos una excursión en bicicleta. Tal vez una de las mejores excursiones que haya tomado en mi vida. Fueron tres horas de bicicleta (de las 18 a las 21) recorriendo gran parte de la ciudad, estrechos pasajes por donde solamente se puede entrar  caminando o en bici. Fue la oportunidad para estar en contacto directo con la vida local y sus habitantes, recorriendo el barrio chino (muy populoso, lleno de luces y comidas típicas), cruzando el puente principal y tomando un barco con las bicicletas para poder volver al lugar de donde partió el recorrido. Incluso en el camino tuvimos la oportunidad de comer en un puestito callejero que ofrecía comida realmente exquisita que nos prepararon en el momento.

Al siguiente día viajamos aproximadamente una hora y media a uno de los tantos mercados flotantes que existen en la zona. Esta excursión es sumamente recomendable: se inicia con un paseo en bote que nos llevó hasta la zona comercial donde todas las transacciones se desarrollan sobre el agua. Los locales llegan con sus mercaderías (ya sea verduras, frutas frescas o comida elaborada) en sus botecitos y la ofrecen ahí mismo en el agua, mientras uno va recorriendo en su propio barquito. Toda una experiencia maravillosa y deliciosa.

La última parte de esta excursión se realiza en un parque de elefantes. Para quién le gusta, puede ser interesante, no lo fue para nosotros ya que no nos gustan este tipo de experiencias. En estos parques se puede montar sobre los animales, y habiendo leído bastante sobre el tema, sé que no son muy buenas las condiciones en las que tienen a estos pobres elefantes. Por esta razón, decidimos esperar al grupo afuera del parque.

Para terminar, nos llevaron a una fábrica de muebles tallados y a un complejo donde realizaban danzas tradicionales.

Cada momento de lo vivido nos sirvió para tener un pantallazo de lo que es Tailandia, su historia, su presente, su forma de vivir, sus comidas y sus tradiciones. ¡Bangkok es una ciudad para volver!

Por Laura Soiza

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