Agustín Barletti es abogado y periodista. Vive en Glorietas. Nadador aficionado, hace cuatro años se planteó un gran desafío, cruzar a nado el Estrecho de Gibraltar, y lo hizo. Ahora redobló la apuesta, y unió, también nadando, las Islas Malvinas.
La historia comienza en 2010. Agustín pesaba más de 100 kilos, y decidió hacer algo para mejorar su salud: nadar. En el entrenamiento, se puso un objetivo, unir Africa con Europa, por el Estrecho de Gibraltar. Trabajó 19 meses para lograrlo. Y el cruce le llevó sólo 6 horas. “Fue como cuando preparás una fiesta de casamiento durante meses y meses, y todo pasa volando, en pocas horas –cuenta-. Allí mismo, en España, le plantee a mi entrenador ¿y ahora qué? Por qué no unir Malvinas, fue su respuesta. Y allí arrancó este proyecto”.
El cruce de Gibraltar lo hizo en octubre de 2012, tal como reflejó en ese entonces Gallaretas. Desde ese momento empezó la preparación de la nueva aventura, atravesar el Estrecho de San Carlos, que separa las islas Soledad y Gran Malvinas. “Primero apelé al Foreing Office, el ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, para pedir la autorización. Me la negaron. Entonces llevé el tema al Consejo de las islas, que me dieron los permisos. Ellos tuvieron en cuenta el antecedente de Gibraltar, que yo planteaba que era una misión deportiva, que buscaba unir los pueblos. Pero la preparación fue igualmente compleja”.
Un punto clave fue conseguir un barco de apoyo, que cumpliera con los requisitos de bandera y regulatorios que exigían las autoridades inglesas de Malvinas. Las características definidas sólo coincidían con uno que estaba amarrado en San Carlos, “que se pasó dos años dándome vueltas”, cuenta Agustín. Es que al Noreste de las islas hay una reserva de vida silvestre que ahora se ha habilitado para zafaris fotográficos. ”Y el capitán me decía que en el tiempo que yo le pedía, podía hacer tres viajes y ganar mucho más”. Pero justo allí apareció Alejandro Da Milano, y su Mago del Sur.
“Es uno de esos personajes de la vida que cada tanto te cruzás y que te cambian las cosas”, señala. El Mago del Sur es un velero de 19 metros de eslora que tiene bandera de Antigua y Bermudas, lo que lo habilitaba a llegar a las islas, y el capitán se ofreció a hacer el viaje de 10 días para esperar a Barletti en San Carlos.
¿Cómo se preparaba en tanto Agustín para la travesía? “Todas las mañanas, después de dejar mis chicos en el Marín, me iba al Club Pacheco a trabajar con mi entrenador, Pablo Testa, el mismo que me ayudó en el cruce de Gibraltar. Planteamos un programa de trabajo, y un mes antes del cruce hice una prueba en el lago Lacar, donde la temperatura del agua era de 6 grados poco mas que los 3 o 4 grados que encontraría en Malvinas. El traje anduvo bien, yo me adapté, todo estaba preparado”.
Agustín viajó a Malvinas con dos ex compañeros de colegio, el cineasta Guillermo Luder, que está haciendo un documental sobre esta aventura, y Pablo Lima, ex combatiente de Malvinas. En San Carlos se encontraron con el Mago del Sur, que ya había estado otras veces en Malvinas y conocía el lugar. Y que tenía el gomón que le serviría de apoyo adicional. Todo estaba listo. Sólo faltaba encontrar el momento.
“Dios es consciente de mis pocas dotes de nadador, así que me facilitó mucho las cosas”, bromea Barletti. “En Gibraltar me dio 6 horas de mar calmo, y en Malvinas las condiciones fueron totalmente excepcionales, aguas tranquilas, sol; hasta la corriente que cruza el estrecho, que calculaba que iba a ser neutra durante 40 minutos y luego me jugaría en contra, se extendió por más de una hora y media, facilitándome el cruce”.
Agustín se zambulló en el estrecho de San Carlos a las 12 del mediodía del pasado 9 de noviembre. Enfrente tenía 7 kilómetros de mar; menos que los 20 de Gibraltar, pero ahora con aguas a 4 grados. “Fue una travesía tranquila, las condiciones eran muy buenas; el piloto del helicóptero que se acercó para hacer fotos me dijo que en 25 años que llevaba allí no había visto un día tan bueno. Disfruté mucho nadando, fueron 2 horas y 7 minutos. No sentí el frío mientras nadaba, sólo cuando llegué, después de un rato, me bajó mucho la temperatura y estuve varias horas arropado, tratando de recuperar” el calor”. El objetivo estaba cumplido. Pero el viaje no terminaba ahí.
“La natación fue el vehículo que nos llevó allá, pero hubo muchas otras cosas –relata Agustín-. En principio, en las islas no pasan muchas cosas, así que la semana que estuvimos allá fuimos algo así como personajes, hasta me hicieron una nota en el diario local, el Pengüin News. Pudimos hablar con mucha gente, conocer a los isleños. Y yo soy clase 61, a la guerra fueron los pibes de la 62, si duraba 15 días más me llamaban. Y conmigo estaba mi amigo Pablo, que era la primera vez que volvía a las islas luego de pelear allí”.
En Malvinas, además, se encontraron con un contingente de 20 ex combatientes argentinos de San Luis, que también estaban allí por primera vez, Fueron juntos a los lugares de los combates, los ex combatientes reconocieron dónde habían estado apostados, la emoción era mucha. “Y hasta vinieron veteranos ingleses, que se abrazaban con los argentinos y lloraban juntos –añade Agustín-, ellos pidiendo perdón a los nuestros, explicándoles que llegaron a las islas pensando que iban a enfrentar a soldados profesionales y se encontraron con que enfrente tenían a chicos de menos de 20 años”.
Eso no fue todo, sin embargo. También tenían un encargo del Papa. Es que uno de los sponsors del viaje, Ricardo Cazú, está muy en contacto con la Fundación Scola, que patrocina Francisco. Por ese medio, el Papa se enteró de la aventura, y les mandó un rosario bendecido para que pusieran en alguna de las tumbas de los soldados argentinos enterrados como NN, aquellos “que sólo conoce Dios”, como reza su epitafio. Así que fueron a Darwin, en Isla Soledad, al cementerio de los argentinos a cumplir con esa misión. “También fuimos al cementerio de los soldados ingleses, y estuvimos viendo las cartas que dejan en las tumbas las esposas, los hijos, los nietos de los que murieron en la guerra. Vimos el dolor de ambos lados”.
Unir a nado las dos islas era uno de los objetivos del viaje. Hacer algo para unir dos pueblos, restarurar heridas, el otro. Ambos quedaron cumplidos.
Por Marcelo Canton