Por @viaja2net
En los últimos años, el término biohacking empezó a ganar lugar en el mundo del bienestar. Se trata de un enfoque que combina ciencia, tecnología y hábitos para optimizar el funcionamiento del cuerpo y la mente. No es magia, (aunque para mi se siente como tal), tampoco es moda: es la búsqueda de pequeñas intervenciones —desde cambios en la alimentación hasta terapias con dispositivos de última generación— que permiten que cada persona encuentre su mejor versión, según su propia “bio individualidad”.
Con esa curiosidad llegué a Bioasis, el primer Biohacking & Wellness Center de Argentina. Mi objetivo no era leer papers ni entrevistar especialistas, sino sumergirme en la experiencia y descubrir cómo respondía mi cuerpo a estas tecnologías.
La primera estación fueron las botas de presoterapia, que ejercen compresión pulsada en piernas y abdomen. La sensación fue de alivio inmediato: como si el cuerpo comenzara a desinflarse y la circulación encontrara un nuevo orden. A esto se sumaron la pulsera de grounding, que conecta con la tierra haciendo el efecto de estar conectado con su energía, y unos lentes inteligentes, diseñados para guiar el foco mental y liberar melatonina como si estuvieras al sol. Una tríada que combinaba lo físico con lo sensorial.
Respire profundamente en cada etapa del circuito, me entregué en mi ignorancia. Sin duda me relajé y me dejé llevar.
El paso siguiente fue la terapia de luz roja e infrarroja. Un calor envolvente, profundo, distinto al de un sauna: más dirigido, más íntimo. Sentí que no solo relajaba los músculos, sino que también encendía una especie de energía interna difícil de describir. Estas luces penetran en los tejidos profundos, activando procesos mitocondriales que benefician la regeneración celular, la reducción de la inflamación y mejoran la piel generando colágeno
Después llegó un momento más intenso: un cinturón con vibración y PMF (pulsaciones electromagnéticas) acompañado de un casco Vizr. Allí la experiencia se volvió más activa, casi como un “reset eléctrico”: el cuerpo vibraba, la mente se abría, la energía circulaba de otra manera.
Vi luces de diversos colores como cuando era chica y agarraba un caleidoscopio. Vi triángulos violetas que me permitieron enfocarme y un corazón violeta que se expandía en mi para culminar con luces blancas. Cualquiera que esté leyendo la nota hasta acá pensaría que estoy loca…y yo que soy un ser muy racional sin duda me descoloco. Lo cierto es que sentí tener muchas cosas más claras, me sentí enfocada. Hice listas mentales de prioridades.
El cierre fue con el mat de jade, sumado al casco de Biotaping y a una manta de peso similar a las que se utilizan en terapias de estimulación sensorial para chicos con autismo. Fue un abrazo tecnológico: el jade aportaba calor, la manta contenía, el casco estimulaba. Todo junto generó una calma honda, reparadora, como si me recostara en un espacio protegido.
El circuito también incluye Sauna y crio con una ducha posterior con Vitamina C que te dejan con la energía a pleno para tomar el mundo. Meterse en el agua helada parece imposible pero es posible y super reconfortante para la circulación de tu cuerpo.
Lo más revelador fue lo que sucedió al día siguiente: desperté con el cuerpo liviano, sin contracturas, con energía sostenida y una claridad mental poco habitual. Más allá del impacto físico, la experiencia me dejó una reflexión: el biohacking no es solo tecnología aplicada al bienestar, es también un recordatorio de que podemos “afinar” nuestro cuerpo como quien afina un instrumento, buscando la mejor armonía posible.
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