Miedos – Cómo hacerles frente

El ritmo y el estilo de vida en la actualidad van de la mano de un incremento en los índices de síntomas asociados al miedo. Si bien hace ya muchos años Freud colocaba al miedo como uno de los núcleos de la neurosis, es evidente un crecimiento de la sintomatología asociada al miedo. Desde un modo de vida cotidiano que lleva a estar en un alerta permanente por posibles amenazas reales, como los hechos de inseguridad, las dificultades económicas, una incertidumbre sobre nuestras posibilidades actuales y a futuro, hasta una creciente sensación de miedo que tiene que ver más con aspectos inconscientes del individuo que tocan el borde extremo en los tan conocidos y cada vez más presentes “ataques de pánico”.

Cómo hacerles frentePara comprender esta situación es necesario analizar un poco qué significa el miedo. En principio el miedo es una de las emociones normales del ser humano que cumple una función de mucha utilidad, la de protegerlo frente a peligros externos o internos. Es decir, es una reacción frente a un posible peligro, lo que nos dará la posibilidad de enfrentarlo o huir si es que no contamos con las herramientas necesarias para salir indemnes de dicha situación de peligro.

Pero no existe “el miedo” como entidad única, en realidad tenemos que hablar de distintos tipos de miedos. Existen los miedos reales, ante situaciones que efectivamente pudieran suceder y que nos dejarían en una situación de peligro, y los miedos a situaciones irreales, aquellos relacionados a nuestro mundo de fantasías, que de igual modo nos generan un miedo “real”, es decir, aunque no sean parte de la realidad exterior generan una sensación de temor que es necesario atender. Estos últimos son los característicos de las neurosis y para resolverlos debemos encontrar su significado. Una vez que los conocemos, los analizamos y entendemos, tenemos la posibilidad de superar los miedos y dejar de vivirlos como algo que nos amenaza y nos limita.

Dentro de los miedos neuróticos también podemos establecer ciertas diferencias. Existen los miedos de las fobias, que son desplazamientos desde el mundo interno hacia objetos cercanos que se pueden controlar. Aquí se trata de angustias provenientes de conflictos inconscientes, que desconocemos, que depositamos en objetos externos, cercanos, para poder controlarlos. ¿Cómo? Evitando el contacto con el objeto de la fobia. Puede ser no salir a la calle, no estar encerrado en lugares pequeños, no viajar en avión, evitar el encuentro con ciertos animales, etc. Todas situaciones evitables, por lo tanto, se puede controlar un miedo que antes no se podìa evitar por desconocer de qué se trataba y de qué conflicto provenía. Este modo de resolver el miedo es bastante efectivo en términos de defensas psíquicas porque logra evitar que se dispare la emoción del miedo mientras el objeto esté controlado. Tiene en contra que en la mayoría de los casos el conflicto inconsciente sigue presionando por salir a la consciencia por lo cual el objeto de la fobia tiende a crecer, a tener más condicionantes para el ejercicio de la fobia. Esta situación termina siendo limitante para quien sufre esta neurosis. Por ello es necesario analizar el conflicto inconsciente, descubrirlo, elaborarlo, para que pierda su efecto amenazante y ya no sea necesario resolverlo mediante la construcción de la fobia.

También podemos hablar de una sensación de miedo crónico que acompaña la vida de quien lo sufre bajo distintas ideas, entre ellas encontramos a los hipocondríacos o a quienes tienen una permanente sensación de que algo malo va a suceder o está sucediendo. Este tipo de miedos generan una sensación de angustia que puede ser representada por la amenaza constante de la enfermedad, es el caso de los hipocondríacos, que no pueden dejar de pensar que van a enfermar y morir. También en estados depresivos que con una mirada sobre sí mismos de total desvalorización no se sienten merecedores de nada bueno de la vida ni creen tener nada bueno en ellos. Son miradas de muchísimo negativismo con sensaciones de angustia permanentes asociadas al miedo de que algo malo está por suceder o está sucediendo.

En las personas que tienen este tipo de angustia o miedos constantes, no muy definidos, casi por cualquier motivo, el modo de vida cotidiana inmerso en una inseguridad creciente, genera que los miedos se hagan cada vez más fuertes. Estamos acostumbrados a escuchar hechos de inseguridad en todo momento del día y en distintos lugares, incluso de modos y con motivos diferentes. Esta situación genera un alerta que no cesa lo cual va en detrimento de la salud tanto física como psíquica. El miedo tiene consecuencias fisiológicas que nos preparan para huir o enfrentar la situación. Hoy es sabido que cuando ese estado no cesa, tanto por la alteración fisiológica como por el estado psicológico en el que quedamos mientras estamos expectantes de respuesta frente al peligro, se genera un desgaste nada saludable. Distintas enfermedades y síntomas son consecuencia de este incesante estado de alerta. Aquí el estilo de vida actual juega verdaderamente en contra de la posibilidad de salirse de estos modos patológicos del miedo.

Cómo hacerles frenteOtro modo patológico del miedo es el que nos muestran los ataques de pánico, por cierto muy frecuentes en la actualidad. El pánico se presenta como más fuerte que el miedo en general, además conlleva un compromiso fisiológico mayor. El ataque de pánico tiene la característica de condensar una sensación psíquica de reacción frente a un posible peligro, junto con alteraciones fisiológicas como sudoración, palpitaciones, parálisis, problemas digestivos diversos, con claras ideas de muerte. Dando como resultado un cuadro de mucho sufrimiento al cual es necesario atender desde lo psíquico y lo físico.

Podríamos considerar a los ataques de pánico de hoy como los ataques histéricos del inicio del psicoanálisis, a fines del 1800, no por compartir etimología sino por que en aquella época los ataques histéricos comenzaron a ser síntomas muy usuales por lo cual se debió estudiar y crear teorías para poder tratarlos. Eran síntomas que se relacionaban a una modalidad cultural que presionaba por reprimir la sexualidad y de allí provenía el conflicto que desencadenaba el ataque histérico. Hoy sucede algo similar con los ataques de pánico, es necesario comprenderlos más allá del enfermo en sí, teniendo en cuenta el entramado psicosocial en el cual aparecen cada vez con mayor asiduidad, y crear teoría apropiada para el tratamiento de esta sintomatología.

La cultura actual promueve un modo de vida en el que reine la “felicidad”. Casi es una obligación ser feliz y disfrutar, dejando poco espacio para otros afectos y emociones necesarias para vivir. El miedo de hecho no es una emoción que haya que eliminar. En su normal medida nos protege de los peligros que puedan atentar contra nosotros. Por ello no habría que eliminarlos per sé. Claro que cuando se vuelven patológicos es necesario comprenderlos para quitarles el efecto patógeno, sintomático. En este estilo de vida en el que es necesario ser feliz, en esta era de consumo que vende felicidad creando necesidades que no son tales para ofrecer respuestas a esas necesidades, queda vedada la posibilidad de la emergencia de las necesidades reales y del desarrollo de las herramientas internas para responder a dichas necesidades. Así se achica nuestro mundo interno y nuestra capacidad adecuada de respuesta frente a los peligros que nos podrían amenazar. Ésto nos deja débiles, frágiles, en medio de miedos no siempre reales y de allí la respuesta frecuente del ataque de pánico, que muestra claramente el exceso frente a herramientas poco desarrolladas.

La globalización, la respuesta inmediata a nuestros estímulos que caracteriza a la era del internet, la imagen por sobre los afectos internos, describen personas con mundos internos precarios que fácilmente sucumben a un miedo patológico como el pánico. Desde una dificultad extrema a tolerar la angustia, la frustración, la espera, hasta el vacío psíquico provocado por el estilo cultural actual, junto al estado de alerta permanentemente que en lo cotidiano debemos enfrentar debido a la comunicación constante de hechos de inseguridad, entre otras tantas dificultades propias de la actualidad, podríamos pensarlas como base para la patología más usual del miedo hoy, el ataque de pánico. Se genera un combinación negativa de exigencias y falta de recursos necesarios para alcanzarlas que debilitan y predisponen al desenlace del ataque.

Así como frente a otros miedos neuróticos, el ataque de pánico necesita ser comprendido. Si bien presenta mayor compromiso físico el cual puede ser entendido con una etimología distinta al miedo de las fobias o de la hipocondría, es necesario comprender qué conflicto queda escondido detrás del ataque. Con un método similar al de los demás miedos intentaremos encontrar los motivos inconscientes que desencadenan el episodio del pánico, entenderlos, elaborarlos, es decir, ponerlos en palabras para conocerlos y comprenderlos, y de ese modo quitarles el efecto patógeno. Como se trata de un miedo con gran compromiso fisiológico es muy probable que junto al análisis psicológico de lo que está sucediendo sea necesaria la utilización de farmacología creando un tratamiento interdisciplinario que pueda resolver la situación.

Más allá de lo patológico el miedo es una de las emociones que forma parte de la vida, y que junto a otras tantas emociones negativas debemos poder tolerar o transformar si es que su medida es mayor a la necesaria. Las emociones negativas se suman a tantas otras positivas que también son parte de nosotros mismos. No se trata de eliminar todo lo malo para quedarnos sólo con lo bueno, sino de encontrar un equilibrio saludable que contemple todas las emociones.

Lic. en psicología Constanza Bonelli
Consultorios en Nordelta y Belgrano: 4871-6634 / 156-272-2973
UBA matrícula 31906
Candidata de la Asociación Psicoanalítica Argentina
licbonelli@gmail.com

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