La llegada del primer pingüino de Magallanes a Estancia El Pedral marca, una vez más, el inicio de un nuevo ciclo natural en las costas de Punta Ninfas. Este acontecimiento, tan esperado cada año, resalta la riqueza de la biodiversidad patagónica y la importancia de las acciones de conservación que se realizan en la zona.
Caía la tarde en Punta Ninfas. El sol ya cruzaba el horizonte, mientras la luna, casi llena, ascendía por encima del acantilado. La caminata entre nidos vacíos había sido, hasta ese instante, una pequeña desilusión: la espera del primer pingüino parecía estirarse unos días más. Hoy no sería «el gran día».
Pero al volver sobre los pasos, ¡allí estaba!. Solo, a pocos metros del mar, apareció el primer pingüino de Magallanes de la temporada. Tras más de cuatro meses de vida exclusivamente marina, tocaba tierra nuevamente.
Ningún otro había llegado aún; podría elegir el nido más cómodo, el más cercano al mar, pero prefirió quedarse tranquilo, de pie, mirando el horizonte, como si necesitara un tiempo para volver a acostumbrarse a poner los pies en la tierra. Apenas había luz, pero se logró una foto: el registro del momento exacto en que el ciclo volvía a comenzar. El 4 de septiembre de 2025 llegó el primer pingüino.
Al día siguiente, la escena cambió por completo: decenas de pingüinos ya caminaban por la playa, cada uno buscando el nido del año anterior, siguiendo esa memoria prodigiosa que los guía con precisión. Y así, en varios días más, la colonia se irá completando. Esta escena se replicó, sin duda, en el resto de las colonias de pingüinos de Magallanes del país.
En Estancia El Pedral conviven la vida rural, el turismo y la conservación. La colonia de pingüinos de Magallanes nació en 2009 con 14 parejas y hoy reúne miles de ejemplares, protegidos en el Refugio Natural Punta Ninfas, donde comparten la costa con elefantes marinos, lobos y aves.
El pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus) migra miles de kilómetros hacia el norte en invierno, en busca de aguas más templadas y ricas en alimento. En primavera regresa al mismo nido del año anterior, donde la pareja —casi siempre monógama— se reencuentra para incubar dos huevos y criar a sus pichones. La fidelidad al sitio de anidación y la sincronía de sus desplazamientos lo convierten en una especie emblemática de la costa patagónica. A fines de marzo o principios de abril volverán a partir al mar.
Días antes de la llegada del primer pingüino, la Global Penguin Society (GPS, https://www.globalpenguinsociety.org), creación de Pablo «Popi» García Borboroglu, junto a Estancia El Pedral organizó una jornada de limpieza de playas con jóvenes de Puerto Madryn. Estas acciones no son simbólicas: son determinantes. Los plásticos y desechos arrastrados por el mar o arrojados por barcos pesqueros representan una amenaza real, pues pueden ser ingeridos accidentalmente por las aves. Muchos otros residuos que llegan a estas playas provienen de las costas cercanas y del basural a cielo abierto de Rawson. Los pingüinos, junto a las colonias de elefantes y lobos marinos, esperan ansiosos que la comunidad de Rawson logre pronto una mejor gestión de residuos.
Limpiar antes de la llegada de la colonia reduce el riesgo de que los pingüinos confundan fragmentos de plástico con alimento. Y, más allá de una acción puntual, se plantea la necesidad de repetir estas limpiezas con frecuencia, para asegurar que las playas se mantengan libres de basura durante toda la temporada.
El espectáculo de ver ballenas desde los acantilados de El Pedral o pingüinos caminando entre sus nidos es un privilegio. Pero también es un recordatorio: lo que hacemos como humanidad impacta directamente en estas especies. Reducir el uso de plásticos descartables, reciclar y apoyar programas de conservación son pasos concretos y urgentes.
Cada septiembre, el regreso del primer pingüino no sólo marca el inicio de un ciclo natural: nos recuerda que la responsabilidad de cuidar ese entorno y de reducir el volumen de residuos es también nuestra.
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