Tailandia, país de colores: fucsia, verde, celeste y amarillo por todos lados; los ves en sus taxis, sus negocios, sus barquitos, sus playas y en todas sus artesanías.







Terminado el descanso por las playas, el norte de Tailandia es nuestro siguiente destino. Llegamos en avión a Chiang Mai dónde pasamos los próximos 4 días recorriendo templos, el pueblo y sus mercados nocturnos. Uno de los días vamos hasta Chiang Rai, provincia vecina, donde está el White Temple. Esta obra de arte nos dejó impresionadas: si bien es también un templo se diferencia de los demás porque se parece más a un museo que a un lugar de ceremonia y rezo para los practicantes. El artista, un millonario tailandés que todavía vive, explica que “al templo se ingresa por delante cruzando un puente donde se atraviesa el infierno, luego llegas al cielo y una vez ahí no debes volver por el mismo lugar. La vida es hacia adelante”.
El próximo avión que tomamos nos va a despedir de Tailandia. Kop khun khrap (que significa muchas gracias) como dicen ellos, por todo a este país tan completo, dinámico y lindo.

Hanoi nos sirve de parada obligatoria para llevarnos a Ha Long Bay (Dragón Descendente). Nos vamos la mañana siguiente bien temprano con el tour que contratamos para pasar el siguiente día y medio en un crucero por el Golfo de Tonkin, donde se encuentra este patrimonio de la UNESCO. Estamos al norte de Vietnam y, como no deja de ser invierno por este lado del mundo, la temperatura está un poco más fresca que en el caluroso Tailandia.

Cuando volvemos para Hanoi, tenemos 5 horas antes de tomar el tren nocturno hacia Da Nang, que nos llevará a nuestro próximo lugar, Hoi An, un pueblo más al Sur de Vietnam. Dejamos las mochilas y nos ponemos a caminar por la ciudad, sin un objetivo claro más que dejarnos llevar por las calles y conocer. Nos alejamos unas cuadras y descubrimos un gran lago y plaza que lo rodea y es muy lindo. Ya se siente menos ruido y más tranquilidad que en las caóticas calles llenas de motos. En el medio un templo, al cual entramos. Descubrimos que, si bien aquí la religión también es el budismo, es un poco distinta a la de Tailandia: tiene más influencia china. Al final, Hanoi tiene su encanto; el tiempo que estuvimos nos alcanzó para darle un vistazo y hacernos una idea de la capital de este país.
En Hoi An estamos solamente un día y medio pero es suficiente para conocer este pequeño pueblo que parece sacado de un cuento. Las lámparas de colores que decoran las calles y negocios le dan un toque especial. Durante la tarde caminamos por las callecitas principales y los mercados y cuando se va haciendo de noche llegamos al río, donde todo está iluminado coloridamente. Comemos nuevamente en los puestos de la calle, degustando la comida local: esta vez unas tortillas de arroz con variadas verduras. ¡Riquísimo! Al día siguiente nos levantamos temprano, alquilamos bicicletas en el mismo hostel donde paramos y andamos dos kilómetros y medio hasta llegar a la playa más cercana. Es un regalo del viaje y una sorpresa poder tener un día más de playa. El día está espectacular.

Camboya, tierra seca y colorada, país de sonrisas. Ya en el aeropuerto de Siem Reap nos damos cuenta que la gente acá es más amable y simpática que en Vietnam. Hacemos la visa ‘on arrival’ ahí mismo y un tuk-tuk nos lleva hasta el hostel donde paramos. El mismo tuk-tuk nos ofrece antes de arrancar llevarnos durante todo el día siguiente a recorrer los templos que alberga esta ciudad. Nos dice un precio que nos cierra (en este país no hace falta cambiar a la moneda local ya que se manejan con dólares americanos) y quedamos en que a las 13hs del día siguiente nos pasa a buscar por nuestro lugar. La mañana la pasamos relajadas en la pileta para frenar un poco y recargar pilas; ya se siente el calor más intenso que se respira en este lugar. Cuando nos levanta el tuk-tuk, un simpático camboyano que nos cuenta que el turismo bajó mucho en relación al año anterior, debido a la situación política de Camboya (nos explica que es similar a lo que está pasando en Venezuela), pasamos por la oficina de tickets para un día de recorrida por los templos que sale 37 USD y arrancamos cómodas en el carrito detrás de la moto a dejarnos sorprender por lo que estamos por ver. Cada templo-ruina tiene su encanto; visitamos cinco en toda la tarde. La dinámica es simple: bajamos en uno, lo recorremos, sacamos fotos y a la salida siempre nos espera el tuk-tuk para ir al próximo. Llegar a la sombra del carrito del tuk-tuk es un alivio; el calor es sofocante. Al igual que en los templos de Tailandia, hay que respetar el código de vestimenta: hombros y rodillas tapadas. El último de la tarde es el famoso e imponente Angkor Wat (Wat significa templo). Lo recorremos todo, parando en cada lugar que nos llama la atención para contemplar un rato. Frenamos en el centro del mismo, en lo que pareciera ser el patio central; nos acomodamos sentadas en una sombra que encontramos y ahí nos quedamos a descansar, recuperarnos del calor y absorber la energía que tiene este lugar. A las seis de la tarde los camboyanos que trabajan ahí te van invitando a salir porque el templo está por cerrar. Nos vamos por la parte de atrás, justo para chocarnos con el principio del atardecer cayendo en las ruinas para despedirnos. Es mágico.


Fuera de las fotos lindas, hay un mundo detrás de cada viaje de mochileros, donde la mochila es tu fiel y mejor compañera durante el tiempo fuera. La armas pensando en cada cosa que vas a llevar, cada cosa cuenta; no tiene que sobrar ni faltar nada muy fundamental. Cargas el peso de todas tus pertenencias mientras dure el viaje, tomando conciencia de lo que realmente necesitamos. La arrastramos por cualquier superficie, la apoyamos, la tiramos, la vaciamos y volvemos a llenar cada vez que nos vamos de un lugar. Se va llenando de ropa y objetos nuevos que compramos, de tiritas de colores, de cintas de avión…Y al final del viaje esa mochila queda con la estampa, el olor y recuerdos de otro viaje especial, otro país que visitó.
Vamos dejando una partecita nuestra en cada hostel donde nos quedamos: unas medias, la toalla, una remera que nos gusta mucho, el cepillo de dientes o el protector solar. Lo bueno es saber que alguien más, un desconocido de cualquier otra parte del mundo tal vez, lo va a usar.
En estos viajes, la calle es tu mejor restaurante; cualquier café es tu living por un rato, para frenar y descansar.
Cualquier piso, donde sea que estemos, es tu mejor cama para una siesta entre lugar y lugar.
Probamos todos los medios de transporte (¡y si son públicos y baratos mucho mejor!).
Conocemos gente de todo el mundo en cada parada o lugar donde vamos, y nos enriquecemos con cada historia de vida, además de sentirnos un poco orgullosos de compartir que somos argentinos.

*Los vuelos son siempre con más de una escala: las mejores opciones y más rápidas son vía Dubai, Qatar, Abu Dhabi o Adís Abeba (capital de Etiopía).
**Llevar certificado de fiebre amarilla que es obligatorio para entrar en Tailandia.
!!! Se necesita visa para entrar a Vietnam (quienes tengan pasaporte europeo pueden quedarse hasta 2 semanas sin necesidad de tramitar una visa) que se puede realizar de manera anticipada vía online. IMPORTANTE: si bien la visa se puede terminar on-arrival, es obligatorio para hacer el check in del avión que te lleva a Vietnam contar con la carta de aceptación para entrar al país. La misma se puede tramitar vía internet también.
Para Camboya, se puede tramitar directamente en el aeropuerto al llegar, es rápido y sale 30 USD.
!!! La moneda de Tailandia es el Baht tailandés y la de Vietnam Dong vietnamita. Cambiar en el aeropuerto ambas monedas al llegar. En todos los lugares tenes igualmente casas de cambio. No en todos lados te aceptan tarjetas de crédito y débito, y casi siempre lo hacen con un recargo adicional (entre 2 y 5%). En Camboya no hace falta cambiar dinero ya que en todos lados aceptan dólares.






