Por Mercedes Cordeyro
“¿Qué es lo mejor que puede hacer un padre por sus hijos?” decía mi padre y luego se respondía: “Amar a su madre”. Y así crecí admirando a un padre que siempre antepuso los afectos y la espiritualidad a cualquier otra cosa.
Aunque trabajó para darnos siempre una buena vida y le gustaba la ‘dolce vita’ más que a nadie; S\sobre todo le gustaba compartir la vida y celebrar, festejar y disfrutar de una buena comida y unos buenos vinos y whiskies entre quienes más quería.
Un padre que nos enseñó con el ejemplo lo importante que es la familia unida. Un padre que recitaba el Martin Fierro: “Los hermanos sean unidos esa es la ley primera”. Y así lo somos, aunque distintos cada uno de tus cinco hijos hacemos siempre un buen equipo para honrar tu memoria y para seguir cuidando de tu Baby como le decías, esa mujer que te robo el corazón hace más de 60 años y te sacó el último aliento cuidándola.
Un padre que aún no teniéndola fácil en muchos momentos de su vida, siempre mantuvo la alegría. Se despertaba, se bañaba y mientras se vestía cantaba algún bolero o un poco de Sandro. Un romántico empedernido sin duda.
Un padre que tenía el ego más grande del mundo, se auto denominaba: Extraordinario, el mejor. Y tanto lo repitió que todos sus defectos se disiparon y mi edipo creció y creció hasta volverlo mi persona favorita en el mundo mundial.
Aunque con los años entendí y mi hermano lo dijo muy claro en su entierro, era extremadamente ordinario, común, en el fondo una oda a la sencillez de lo que realmente vale: vivir la vida con los afectos. Nada más importa.
Juan Carlos Cordeyro vivió hasta sus 86 años, cuido de todos nosotros, de un hijo enfermo, una mujer enferma muchos años en cama, y siempre intentó demostrar fortaleza y supo brindar seguridad a todos a su alrededor.
Un día allá por Agosto 2024 decidió que ya no podía más y organizó una misa con sus hijos para despedirse aunque aún estaba sano y no tenía síntomas de problemas de salud.
Con ese gesto me recordó y reforzó el valor de la espiritualidad el que tenía un poco oxidado y que agradezco haber desempolvado. Me seguía enseñando hasta el final.
Unas semanas después lo internamos de urgencia por lo que parecía un ACV. Un mes y medio internado, deteriorándose y sin encontrar claramente qué le pasaba respetamos su deseo de volver a casa a morir junto a su mujer. Otro mes y medio más de agonía lenta y momentos de enorme luz y emociones eternas compartiendo helado y chocolate.
Decía que no llegaba a su cumpleaños el primero de diciembre y sin embargo lo logró y lo festejamos en torno a su cama hijos, nueras, yernos y numerosos nietos.
Pasó navidad y ya llegando a año nuevo y lo inevitable se hizo realidad.
Aunque en sus últimos momentos lloro muchas veces, llamaba a su mamá entre sueños y decía con humildad “Tengo miedo de quedarme solito, no quiero morir solo”. Y no lo hiciste papá. Moriste de mi mano, despacio, lentamente, quedándote de a poco dormido un 2 de Enero.
Este es el primer dia del padre sin vos y se siente en el alma y se hunde el pecho. No puedo más que escribir estas palabras para honrarte y sobre todo para agradecerte tanta sabiduría trasmitida.
Feliz día papá, siempre. Y feliz día a todos los papás que tienen la oportunidad de dejar huellas profundamente buenas como lo hizo papá. Que así sea.
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