Ana Alsogaray es vecina de Talar del lago, con cara alegre, mirada franca, poco más de un metro sesenta de altura. Uno la escucha hablar de todo lo que hace y realmente no comprende cómo ese pequeño cuerpo puede tener tanta energía y encarar tantas cosas a la vez. Su apellido la delata como parte de la historia argentina sin embargo ella logró a base de trabajo y esfuerzo armar su camino con diversas actividades a las que siempre les encuentra la vuelta para entrelazarlas.

Con esta pasión Ana trabaja el metal: bronce, alpaca y lo une con piedras que transmiten toda su energía. Su primera colección bajo la marca “Ana Alsogaray” funde su lado romántico en plenitud creando piezas que emulan hojas, ramas de cerezo en flor, puntilla antigua, hilos entrelazados, entre otras.
A su vez en este arte de ser joyero buscó incluir algunas de sus otras actividades. Es que Ana es además dueña del local de habanos “Prado y Neptuno”: un Cuban Bar Boutique dedicado al disfrute y el buen vivir. Queda en recoleta pero tiene un sector exclusivo de habanos aquí en el Hotel Wyndham Nordelta. La pasión por los habanos la heredó de su madre quien tenía un local en el centro de Buenos Aires y fuera una de las principales importadoras de los mismos. Además de ser la primer mujer en ser incluida en un panel de degustación de habanos en Cuba.

“Hace años que me dedico a los habanos, y en paralelo a “de la polilla” que es la marca bajo la cual hago bijouterie y customizo vestidos para otras marcas y hago accesorios a pedido. Pero hoy puedo fusionar un poco todo desde la línea de joyería que vengo haciendo, la pasión por los accesorios, los tragos y los habanos”, cuenta Ana. Ella es además mamá de 3 hijos de entre 7 y 16 años lo cual no es una tarea menor y más mérito le dá a tremenda emprendedora.

“Más allá de que mi apellido remite a los hombres de la familia, creo que mi gran inspiración son las mujeres de mi vida: mi mamá con su lugar en el mundo de los habanos, mi tía que tiene hoy 70 años y sigue dando clases y que es super reconocida en joyería, otra tía abuela mía que fue la primer maestra de Bahía Blanca en una época mucho más hostil para que una mujer se fuera a trabajar al interior y que además fue secretaria luego y repartía su tiempo entre trabajar y tejer abrigos que donaba a los chicos pobres de Salta. Viví inspirada por mujeres emprendedoras y fuertes”, rememora.
“Si no hiciese todo lo que hago, me sentiría un león enjaulado”, sintetiza una leonina de pura cepa que hecha por tierra la posibilidad de que no hay tiempo para hacer todo lo que uno desea y añora. Si hay pasión se puede, y Ana claramente es una apasionada de lo que hace, de cómo vive, de sus afectos e incluso de los numerosos animales que alberga en su casa.

