Pensar en calidad de vida requiere un proceso en el cual debemos pensar cuánto nos brindamos al placer y cuánto padecemos, y cómo enfrentamos el fenómeno de las frustraciones y las adversidades que se nos atraviesan a lo largo de la vida.
Lo primero que debemos analizar es cómo nos posicionamos ante esas circunstancias que atentan contra el anhelo de la felicidad, lo segundo es entender cómo podemos buscar -incluso en el error- el aprendizaje. Por ultimo entender que somos nosotros mismos los dueños de generar el espacio de la calidad de vida que queremos lograr y, por consecuente, nos gustaría tenga nuestro contexto, nuestros seres amados, nuestros pares, colegas etc. Hablar de calidad de vida es sostener desde un costado filosófico una pregunta sobre cómo podemos vivir mejor, sin que aquello que nos atormenta o padecemos nos quite la oportunidad de ser feliz, porque siempre vamos a encontrar alguien más feliz que nosotros, pero también siempre vamos a encontrar alguien más infeliz y seguramente con menos suerte que nosotros.
Ahora bien, ante la pregunta ‘¿cómo podemos vivir mejor?’, encontré en el arte una herramienta que tiende a brindar algunas respuestas, porque el teatro es una herramienta de canalización primordial, porque básicamente está sostenida por el juego y el juego es el elemento predilecto en la estructuración psíquica, sin el sería difícil nuestro camino en el mundo de lo social, nacemos y jugamos y en ese juego está el aprendizaje, la cultura y las conductas que se nos instauran. Entonces, el teatro es un juego que puede otorgarnos mediante la representación de roles, de ser algo que no soy, de la fantasía, del sentimiento y la expresión, la posibilidad de entender que mi realidad puede ser mejor o peor que otras, ahí es donde el teatro nos abre un mundo de reflexión a partir de este juego de roles que nos saca de nuestro narcisismo, para poder ver otros mundos, otras realidades y otras formas de expresión, aun cuando podemos sentir que lo que nos pasa a nosotros, que eso que nos duele tanto o nos angustia en demasía, es el único y verdadero dolor.

Con ese ideal nació el Centro Cultural Borda, al que tengo el lujo de pertenecer, y ahí reina hace unos años el concepto de ARTE TERAPIA, un programa pensado para que pacientes en estado de internación y ambulatorios puedan expresarse. Fue como un verdadero laboratorio de experiencias entre acuarelas, murales y un precario escenario, el arte se fue transformando en un psicofármaco para muchos pacientes y para muchos profesionales de la salud, porque permitía el juego, permitía establecer normas y conductas sociales olvidadas en ese esa condición de paciente. Pero lo más importante es que el arte permite el vinculo, ese es el gran secreto, el arte expresa y habla un idioma que no importa que clase de patología haya: todos, aun el más débil mental, entiende la expresión del Centro Cultural Borda y ese vínculo. Somos seres sociales, necesitamos incondicionalmente de los otros para ser felices, necesitamos de la mirada, de esa atención y el arte permitió crear esa atención, ese vínculo y la mayor de las expresiones, el afecto.

Podemos concluir que el arte es un canal de expresión y lo más importante es que no se necesita un gran escenario, ni un gran espacio, ni un estadio repleto de público… el concepto de arte terapia se puede replicar en cualquier lugar donde existan personas dispuestas a jugar, a expresarse y compartir sus vivencias. El arte terapia es un colectivo de historias que quieren contarse y que encuentran alguien que quiere escucharlas, verlas o sentirlas. El Centro Cultural Borda recuperó grandes talentos, grandes personas, grandes artistas y también pésimos artistas, pero lo más lindo de todo es que recuperó algo que todos necesitamos como el oxígeno: recuperó la idea del vínculo. Puedo resumirlo simplemente con una frase que sin duda nos trae recuerdos y anhelos y también nos trae deseos: el arte terapia le devolvió al Borda la Navidad, los cumpleaños, Pascua y otras celebraciones alrededor de una mesa, y ese es el más bello y más valioso cuadro que todos nosotros podemos tener. El cuadro de nuestra familia, nuestros amigos y de todos los que amamos: devolvió momentos de compartir algo, de admirar algo y eso, en definitiva, es calidad de vida.
Por Lic. Diego Doello
Psicólogo, dramaturgo y actor
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