Cada vez más familias enfrentan cambios de conducta o pérdida de memoria en adultos mayores, que en muchos casos responden a un diagnóstico de demencia. Según la OMS, más de 55 millones de personas viven con esta condición en el mundo, y cada año se suman 10 millones de nuevos casos, impulsados por el envejecimiento global.
Desde el Centro Los Pinos, la gerontóloga Graciela Spinelli advierte sobre el uso del término “demencia senil”, que puede llevar a confusiones. Aclara que no es una consecuencia natural del envejecimiento, y que hasta un 40% de los casos podría prevenirse o retrasarse abordando factores como hipertensión, sedentarismo, aislamiento o pérdida auditiva.
Alcohol, cigarrillo y otras adicciones: alertas silenciosas
Cada vez son más los especialistas que advierten sobre la relación entre las demencias y las adicciones aceptadas socialmente. En instituciones especializadas, se observan casos donde el deterioro cognitivo es consecuencia directa de décadas de consumo abusivo de alcohol, tabaco, drogas legales o diferentes consumos de sustancias.
«En la actualidad, llegan personas con deterioro que no responde a causas neurológicas típicas, sino a una vida entera atravesada por el abuso de alcohol, adicciones al juego compulsivo o al cigarrillo», explica Spinelli. «Estos temas parecen ser aprobados o naturalizados por la sociedad en su conjunto pero cuando una persona con estas características de conducta llega a sus 80 o 90 años y más, son un desafío para todo el equipo profesional y evidencian la necesidad de ampliar la mirada hacia los hábitos sostenidos a lo largo de la vida.»
Entender las distintas formas de demencia
La demencia, como patología, no se presenta de una única forma. Existen diversas causas, síntomas y antecedentes clínicos que determinan su evolución.
– Demencia tipo Alzheimer: Su diagnóstico no depende de un solo estudio, sino de evaluaciones clínicas, entrevistas a familiares y observación de síntomas como desorientación temporo-espacial, fallas de memoria recurrente sin noción de ello, dificultades en la memoria reciente o de procedimiento, etc.
– Demencia vascular: Es la patología ocasionada por lesiones cerebrales producidas por accidentes cerebrovasculares (ACV), con o sin síntomas. En algunos casos la persona puede tener un ACV con causas notorias y de posible rehabilitación pero en otros, se pueden producir micro infarto cerebrales que no evidencian a simple vista síntomas pero que con el paso del tiempo van deteriorando y dañando diversas áreas del cerebro.
– Demencia frontotemporal: Al dañarse el cerebro por diferentes causas en la parte frontotemporal pueden evidenciarse cambios de conducta y actitudes debido a que esta zona del cerebro es la que controla el juicio moral o el sistema de valores. Entre los síntomas característicos se encuentran: cambios de carácter o conductas inadecuadas, pérdida de juicio moral, desinhibición, agresividad, cambios de lenguaje (agresivo o inapropiado), entre otros.
También existen formas mixtas, donde coexisten dos o más tipos. Por eso, el diagnóstico preciso es esencial para anticipar la evolución y diseñar un plan de cuidados que acompañe adecuadamente a la persona y a su entorno.
«Las familias no pueden hacerse cargo de esto por innumerables razones incluso partiendo de la idea que en la actualidad ya no existe el rol de la «mujer cuidadora» como existía años atrás, porque la mujer hoy está inserta en el mundo laboral a la misma altura que los hombres y en muchos casos son sustento de hogares uniparentales», agrega la especialista del Centro Los Pinos.
Acompañamiento familiar: 10 claves para transitar el proceso con empatía
Un diagnóstico certero permite anticiparse y planificar cuidados adecuados. Cada caso de demencia es único, ya que se manifiesta sobre una personalidad previa. Comprender esto es fundamental para acompañar con empatía y adaptarse a las emociones y necesidades del entorno.
Aunque haya deterioro cognitivo, las emociones siguen presentes. Por eso, es clave entender el proceso como una “coherencia dentro de la incoherencia” y tener en cuenta algunas recomendaciones para acompañar desde la familia.
– Conciencia de la enfermedad: Es fundamental que tanto la persona afectada como su familia reconozcan y comprendan la enfermedad para poder abordarla adecuadamente.
– Escucha empática: Proporcionar espacios donde las personas afectadas y sus familias se sientan escuchadas, respetadas y comprendidas es crucial para brindar apoyo emocional.
– Validación de sentimientos: Reconocer y validar los sentimientos de todas las partes involucradas puede ayudar a disminuir la negación y el enojo.
– Atención a las necesidades subyacentes: Los comportamientos problemáticos pueden ser una forma de comunicar necesidades no satisfechas, como dolor, incomodidad o necesidad de afecto.
– Diferenciar conducta de sentimiento: Entender la diferencia entre el comportamiento observable y los sentimientos subyacentes permite abordar los problemas conductuales de manera más efectiva.
– Comunicación abierta y profesional: Facilitar espacios para expresar miedos e incertidumbres, junto con la orientación profesional y la escucha compasiva, puede reducir la ansiedad y fortalecer la confianza.
– Apoyo emocional constante: Reconocer que tanto la persona afectada como sus seres queridos pueden experimentar cambios emocionales durante el proceso, y brindar apoyo continuo.
– Adaptación y flexibilidad: Aceptar que la persona afectada puede comportarse de manera diferente debido a la enfermedad y encontrar formas creativas de abordar los desafíos diarios.
– Valorar el humor: Utilizar el humor como herramienta para aliviar tensiones y mejorar el estado de ánimo de todos los involucrados.
– Compromiso de acompañamiento: Reconocer que todos los integrantes de la familia están en este proceso juntos y comprometerse a brindar apoyo, comprensión y calma a lo largo del camino.
Leer más noticias de Salud.