El complejo paterno

El complejo paterno

Por Lic. Constanza Bonelli

Cuando pensamos en las vicisitudes que determinan la construcción del psiquismo nos referimos principalmente a la importancia del papel de la madre, pero no es menos relevante la figura del padre en esta situación. La subjetividad se articula en el pasaje por el complejo de Edipo, etapa en la cual la niña cambia de objeto de amor eligiendo al padre en lugar de la madre, mientras que el varón rivaliza con el padre en la conquista amorosa de su madre, quien continúa siendo su primer objeto de amor. En ambos casos el padre cumple un rol importante. Es el encargado de separar la díada madre-hijo/a, habilitando en este acto el espacio necesario para que el niño pueda desear, pasando de ser el objeto de deseo de la madre a convertirse en sujeto deseante. 

El complejo paterno
El complejo paterno

En el varón:

Freud habla de complejo paterno para describir la relación extremadamente ambivalente entre padre e hijo, aunque también con la hija. En los avatares emocionales de una coexistencia de intensidades amorosas y hostiles, el sujeto articulará su deseo construyendo quién quiere o puede ser. Para lograrlo será necesario consumar el parricidio simbólico “matando”, simbólicamente, al padre para poder ser. Se refiere Freud a un momento mítico en el cual “matar” al padre significa introyectar la Ley que regula las relaciones entre los seres humanos. 

Se trata, sin dudas, de una tarea difícil ya que supone la resolución de la antítesis del amor-odio. El hijo varón anhela no perder el amor del padre mientras rivaliza y compite con él, ya que para reafirmar su deseo deberá triunfar sobre él. Se debatirá, entonces, en un dilema entre una hostilidad que habilitará la separación para liberarse de su dependencia y el sometimiento a su amor que lo dejará pegado y por debajo de él. 

Separarse supone resignar a un goce pasivo frente a los dones del padre. Además, el éxito en la rivalidad puede dar lugar a una culpa inconsciente que provoque conductas sacrificiales como castigo de dicho éxito. Si bien el camino saludable es el de la superación al padre, conseguirlo no siempre es gratis, ya que según haya sido cada vínculo particular existirá la posibilidad del éxito seguido de un fracaso neurótico. Es lo que Freud describe como los que “fracasan al triunfar”, sujetos que sin explicación lógica fracasan luego de triunfar por no tolerar ese éxito en la rivalidad. Este resultado se da cuando se trata de vínculos excesiva y agresivamente erotizados, no susceptibles de elaboración.

Si por el contrario el hijo no rivaliza con el padre, por ser éste narcisista y dominante, quedará en una posición de sometimiento que se expresará en la incapacidad por asumir un rol fálico, haciendo difícil la articulación de su deseo y la elaboración de una adecuada autoestima. 

Lo saludable es que todo hijo resuelva su complejo paterno atreviéndose a triunfar sobre el padre sin temer perder su amor. Para que esto suceda es necesario también que el padre propicie el deseo exogámico del hijo y habilite la rivalización aceptando perder. Cuando esto no se da y el vínculo se establece sobre el sometimiento como condición de amor, el hijo o la hija quedan ligados edípicamente al padre. 

Serán padres psíquicamente saludables aquellos que transmitan una Ley sin suplementos superyoicos, que habiliten la libertad sin someterlos. Los padres autoritarios y violentos, lamentablemente, generarán hijos sumisos o rebeldes, incapacitados para resolver el complejo paterno.

En la mujer:

El complejo de Edipo femenino requiere de un pasaje de amor desde la madre hacia el padre. Desilusionada por la falta de pene en la madre y en sí misma, la niña se dirige al padre en busca del falo anhelado. La respuesta que él le dé tendrá consecuencias en la subjetividad de la niña. Según el padre sea amoroso, atento, cuidador, o indiferente, egoísta, autoritario, violento, entre otras opciones de conducta, establecerá con la niña determinado tipo de vínculo que incidirá en el desarrollo de su psiquismo y le servirá como modelo para los vínculos afectivos adultos, de modo positivo o negativo. 

En la actualidad:

Hace tiempo que el rol del padre, que sólo transmitía la ley mientras la madre se ocupaba de los afectos y cuidados del niño, cambió. El padre de hoy es afectuoso, cercano y cuidador, no solo proveedor. Ya no es distante y rígido como era años atrás. Pese a estos cambios, es importante reconocer que los roles continúan siendo bien diferenciados y que, obviamente, no están detreminados por el sexo de los padres sino por quienes o por quien cumpla esas funciones, incluso en padres y madres de familias monoparentales están definidos ambos roles. 

Es muy importante que el padre, más allá de los cambios que viene experimentando su función, encuentre una distancia adecuada, ni muy lejos ni muy cerca, para favorecer un adecuado desarrollo psíquico tanto en sus hijos como en sus hijas.

Lic. en Psicología UBA
Psicoanalista APA
Mat.: 31906
licbonelli@gmail.com / Ig: lic.constanzabonelli
Cel.:156-272-2973

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