Volver de las vacaciones, ¿y ahora?

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Las vacaciones son un momento muy esperado para poder desconectarse de las obligaciones cotidianas. Cuánto más exigente es la rutina diaria más anhelados son los espacios de desconexión. Este anhelo suele ser compartido por los distintos miembros de la familia. Para todo el núcleo familiar un momento de descanso siempre es bienvenido. Cuando la rutina anual es ajustada, es decir, que deja pocos espacios para realizar actividades placenteras, las vacaciones se presentan como el único espacio en el cual descansar y disfrutar. De este modo, casi sin darnos cuenta, podemos “idealizar” las tan ansiadas vacaciones, esperando de ellas el encuentro con gratificaciones que en última instancia no sean tales. La idealización de este momento de receso puede interferir negativamente en la apreciación posterior del descanso que hemos obtenido.

Tanto irse como volver son situaciones que pueden generar ciertos grados de estrés por implicar cambios y adaptación a nuevas rutinas. Si bien comenzar el descanso es un momento asociado a una situación más placentera, algunas personas pueden experimentar cierta dificultad para adaptarse a descansar. Durante el año cada miembro de la familia tiene su actividad y son menos los momentos compartidos. Al vacacionar, adultos, adolescentes y niños se encuentran en la situación de tener que compartir espacios que antes no lo hacían.

Irse de vacaciones es un momento grato y volver de las mismas puede resultar, para algunos, una tarea ardua. Una vez que nos acostumbramos a descansar, a disfrutar de actividades asociadas al ocio, a estar en familia, con amigos, tal vez conociendo lugares nuevos y disfrutando de un día a día menos reglado, volver a la rutina del año puede resultar muy difícil. Existe un fenómeno bastante común que describe la dificultad que se siente al tener que reincorporarse a las actividades luego de las vacaciones. Si bien no se trata de algo patológico por tratarse de algo temporal, podemos hablar de un “Síndrome post-vacacional” y presenta síntomas similares a los de una depresión. No dura más de dos semanas y se va sin tratamiento alguno. Si esto perdura estaríamos en presencia de otra situación no relacionada  a este síndrome. Los síntomas que pueden aparecer son sensación de apatía, insomnio, irritabilidad, desánimo, estados de ansiedad, trastornos digestivos y taquicardias, así como también dolores de cabeza y musculares, falta de apetito y desgano. Si bien esta situación está más relacionada a la reincorporación laboral, también podemos verla en niños que vuelven a las tareas escolares y en mujeres que reinician sus actividades dentro o fuera de sus casas.

Este síndrome de depresión post-vacacional se caracteriza por una falta de energía o motivación, por tristeza, falta de concentración y cansancio. Son más propensas a padecerlo aquellas personas con menor tolerancia a la frustración, que además realicen actividades laborales poco o nada placenteras, con niveles bajísimos o nulos de creatividad. Como así también aquellos que no distribuyan sanamente los tiempos de trabajo y ocio, es decir, quienes tengan jornadas interminables de obligaciones que no combinen con actividades recreativas.

Una manera de paliar estas dificultades podría ser el de distribuir de un modo más sano las distintas actividades que podemos realizar. Repartir nuestras tareas diarias entre trabajo, ocio, actividades recreativas, descanso y vida en familia y con amigos. De este modo, la rutina anual no será tan pesada y no se idealizará tanto el momento del descanso, permitiendo así que este sea gratificante y nos brinde la posibilidad de recargar energías para poder continuar. Podemos pensar algunas acciones que pueden resultar positivas a la hora de facilitar la adaptación a las nuevas rutinas. Al encarar nuestras vacaciones podría dar buenos resultados tener ciertas actividades programadas que nos enfoquen en la idea del ocio y el disfrute, así como también sería bueno tener espacios libres, no programados, que permitan el surgimiento de deseos que podamos intentar satisfacer en este momento de descanso.

Al volver, para evitar o aminorar este síndrome post-vacacional, sería conveniente hacer un reencuentro gradual con nuestra actividad. Tanto para quienes vuelven a la rutina laboral, como para quienes se reencuentran con actividades en la casa, así como también para los niños que vuelven a la escuela, es necesario que esto se dé de a poco, de un modo gradual. Si hemos estado afuera de nuestra casa por un período largo, readaptarnos requerirá de cierto esfuerzo que sería conveniente realizarlo, por lo menos, un par de días antes de que inicie la actividad suspendida por las vacaciones. Y una vez que ésta inicia también pensar en una adaptación poco a poco al ritmo que se había dejado antes de comenzar el descanso. Si logramos planificar en cierta medida nuestras actividades tendremos más a mano la posibilidad de disfrutar más y padecer menos, tanto de las obligaciones cotidianas como de los momentos de descanso. Dejar espacios al azar será también beneficioso para que surjan nuevos deseos. Encontrar el equilibrio entre estas modalidades podría ser un buen camino para estar mejor.

Por Lic. Constanza Bonelli

licbonelli@gmail.com

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