Cada historia con su naturaleza

Cada historia con su naturaleza“Pichonas” de Claudia Aboaf

Fusionadas con el entorno y de interior enigmático, tanto la autora Claudia Aboaf como su novela, Pichonas, llegan a la Boutique del Libro de Nordelta para compartir una historia situada en Maschwitz que deja al lector boquiabierto respecto del pasado de esta tierra que queda tan cerca y que esconde varios secretos. Y como las cosas con historia adquieren un valor singular, en su libro se encuentra el recorrido de dos hermanas que exploran en su pasado, mientras que en el living de su casa y ya fuera del plano ficcional, Claudia Aboaf cuenta cómo la vida la condujo a ser la escritora de esta novela atrapante, de otras anteriores y de las que están por venir. Allá

Lo que llevó a Claudia a conectarse con el fascinante mundo de la literatura empezó mucho antes que su nacimiento. Su gran antecedente familiar fue su abuelo, Ulises Petit de Murat, poeta nato y a su vez guionista de muchas de las películas argentinas de los cuarenta, como “La Guerra Gaucha”. Claudia creció junto a él en una casona de Belgrano donde vivían cuatro generaciones, disfrutó de su privilegiada biblioteca y conoció a grandes escritores y actores de la época, “como todo abuelo cuando descubre que un nieto tiene un interés por escribir, se volcó a enseñarme. Me dio muchos libros y me instó a escribir mis propios cuentos. Para mí empezar a escribir fue natural. Siempre continué escribiendo y la intención de publicar surgió más adelante…”

La naturaleza como prioridad en su vida y el amor por la quietud interna, estados que comulgan con la tarea de escribir, la condujeron hace treinta años, a mudarse con su marido a un campo en Chascomús, “hicimos una épica que tenía que ver con los cultivos orgánicos. En ese momento nuestra Biblia era un libro cuyo autor era Seymour. Proponía una vida que nosotros quisimos imitar. Criamos a nuestros hijos en el campo, cultivábamos nuestros alimentos. Yo hacía el queso, el pan, el yogur y hasta la Sidra…. Empezamos también a dar cursos. Entre todas esas actividades yo también escribía”.

Pero antes de su aventura rural, su profesión era la astrología. En ese entonces fundó una escuela llamada “Casa XI” en equipo con un antropólogo y un psicólogo. Dio clases durante trece años y ya viviendo en el campo, viajaba a Buenos Aires para atender su consultorio, “tuve quince años de astrologa, quince años de gastronómica y espero tener quince años de escritora publicada”.

De Chascomús a la Zona Norte de Buenos Aires hay algunos kilómetros y también una historia. Claudia y su marido tuvieron el campo durante treinta y cinco años pero hace cuatro años, por circunstancias y variables económicas, decidieron venderlo. “Tuvimos suerte porque vendimos rápido, en cuarenta y cinco días. Y la gente que lo compró pidió que dejáramos la casa así. En ese poco tiempo, no habíamos pensado dónde vivir pero sabíamos que a donde fuéramos, sería nuestra propia casa. No teníamos la menor idea y no teníamos cama. Acostumbrados a las dimensiones del campo necesitábamos que la naturaleza tuviera un peso y en ese sentido nos enamoró el entorno que te da el Delta, en particular Tigre, con estos humedales llenos de pájaros, los lirios naturales que se pueden ver en la primavera, lo que queda de la fauna autóctona… todo conformaba un paisaje que podía emular ese contacto con la naturaleza que yo había tenido tantos años. Necesitábamos un ámbito con tierra y no era tan fácil. Finalmente apareció esta casa que por ahora tiene bastante tierra vacía alrededor con sonidos de la naturaleza. Así también apareció este gran protagonista que es el rio”.

Cautivada por ese nuevo entorno, Claudia hizo un curso de remo tradicional y comenzó su fascinación por remar a través de los arroyos y entre el silencio de los arboles, “una magia y un clima que me resultaba muy inspirador. Un escenario con un caudal de vida impresionante y el río en particular me generaba una necesidad casi espiritual de meterme y nadar”. De Octubre a Abril el programa ideal de esta “mujer río” es ir con su lancha del otro lado del Paraná, para buscar zonas en la segunda sección donde no hay tanta población y encontrar un río despoblado para nadar una hora, una hora y media entre camalotes y viboritas del agua, “me siento en mi ambiente, como si siempre hubiese estado acá, hay que vivir lo que el entorno te ofrece… un escritor debe dejarse permear por los entornos y las circunstancias. Estar abierto a estas escenas de la naturaleza “

Siempre desde este lugar de observar el entorno, su novela anterior tenía que ver con el mar. Cuando empezó a escribir Pichonas todavía estaba en el campo, “como si hubiera visto el futuro, yo estaba allá pero estaba escribiendo de acá, percibí que yo sí tenía que ver con estas coordenadas y no lo recordaba”. De este modo, la escritura de su actual novela la condujo a algunos recuerdos de su propia infancia cuando su padre, florentino y amante de la caza, la llevaba junto a su hermano al Pigeon Club en Maschwitz donde se practicaba el tiro a la paloma, “nos llevaba obligados a ver este espantoso supuesto deporte del tiro a la paloma. Esta fue durante mucho tiempo su actividad de fin de semana que por supuesto, odiábamos”. Luego de muchos años, Claudia vuelve a Maschwitz y descubre entonces que había recorrido aquel camino varias veces pero “lo tenía un poco negado… como si no hubiese existido”. Según le dijeron, ese terreno donde estaba el Club se trasformó en un Country que se encuentra en la zona de La Pista, en Escobar. Sin saber exactamente la localización asegura que fue uno de los primeros countries en la Argentina en la década del ochenta, “en estos terrenos donde hacían una fosa y enterraban a las palomas muertas, construyeron un Country. La gente me fue contando y yo pienso que en algún momento llegaré al lugar exacto”. Explica Claudia que en un momento una ley prohibió el deporte de tiro a la paloma, por lo que la actividad se empezó a hacer en quintas privadas hasta que interceptaron un camión con palomas, los responsables pagaron una multa y quedó así supuestamente terminado este deporte de tiro al pichón que nació en Maschwitz.

Ya decidida a abandonar toda actividad no relacionada a la escritura, cerró su último restaurante, “Paseo Evita” y tomó la decisión de escribir full time, “por esas cosas de la vida, cuando empecé a tocar timbres para dar con una editorial, me encuentro con una persona que trabajaba en El Ateneo y me cuenta que estaban por abrir la Editorial Independiente Notanpüan, de la Boutique del Libro de San Isidro. Entonces Fernando Pérez Morales, oriundo de san Isidro, leyó mi novela y enseguida me convocó. Así como ocurrió lo del campo, en cuarenta y cinco días tenía Editorial. Fue un proceso muy lindo, es una editorial que se inicia. Editorial, librería, proyecto dentro de la zona”.

Cuenta Claudia que Pichonas le dio muchas sorpresas, si bien en Argentina hay mucho movimiento de escritores contemporáneos y ella sentía ser una más entre un montón de publicadores, el libro empezó a hacer su camino, salió en nota de Perfil, Tiempo Argentino y Télam. Pichonas ya tiene un año de publicado y ha tenido una buena recepción, “así en este camino que hacen los libros, una editora de Alfaguara leyó la novela, le gustó y me preguntó si tenía otra novela… le dije que sí, la leyó y mi próxima novela sale por esta editorial… si bien me gusta el circuito independiente, reconozco y ambiciono más lectores. Estoy feliz por salir también en esta editorial”.

Con respecto a su proceso de escritura, explica Claudia que generalmente siempre quiere abordar un tema en especial y después aparece la historia. Cuando escribió Pichonas, estaba interesada en el tema del miedo como algo psicológico, algo formativo de la identidad, “y en ese sentido el lector puede encontrar que el abordaje tiene que ver con lo siniestro. Me interesó mucho la definición de Freud que relaciona lo siniestro con lo familiar. Van juntos. Es aquello que creemos conocer lo que finalmente puede resultar desconocido y generar temor. Ahí podes agregar vínculos familiares, una persona con la que convivimos que revela ciertos aspectos oscuros desconocidos para uno. Aquí el espacio “Club” parecía amigable y resultó siniestro”. El escenario de Pichonas es Maschwitz y en particular una quinta donde un fin de semana ocurre un encuentro familiar y terminan por revelarse, a través de una situación desconcertante, numerables cosas del pasado.

En consonancia con el amor por la zona que adquirió esta escritora, alejada notoriamente de lo urbano, el escenario de su próxima novela es el Tigre. El río es el gran protagonista y el título será “El rey del agua”, ¿Qué agua? El agua del río, “claramente estoy contaminada en el buen sentido de este paisaje. La novela sale en 2016 y tiene algo de continuación con los personajes de Pichonas. Abordo más bien la identidad. Hay una continuación de un pensamiento… el miedo es formativo de la identidad. Esa identidad es la búsqueda que tienen las dos hermanas de Pichonas y también como contra punto, la no identidad, la no aceptación de la identidad tal cual es. El abordaje es filosófico y aparecen estas mismas hermanas de Pichonas que quedan en un estado muy primario y comienzan a plantearse cada una quién es”. El suspenso es el gran protagonista de las novelas de esta autora y en el caso de Pichonas, la ansiedad por resolver qué ocurre con los personajes conduce, inevitablemente, a que los capítulos se esfumen y el lector, entre mate y café, llegue al final de la novela en dos o tres días. Nada mejor que emprender la lectura al aire libre entre la sombra de los árboles y el sonido del viento.

Por Sofía Moras

“Pichonas” de Claudia Aboaf

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